JOSUÉ

Moisés era un gran líder. Él trajo el pueblo de Dios fuera de la tierra de Egipto, pero no fue permitido a introducirlos a la tierra de Canaán. Dios dio este gran honor a Josué.

El Señor dijo a Moisés: "--Toma a Josué hijo de Nun, hombre en el cual hay espíritu, y pon tu mano sobre él. Harás que se ponga de pie delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la congregación, y le comisionarás en presencia de ellos. Pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca." (Números 27:18-20)

El pueblo hebreo vivía por cuarenta años en el desierto. Durante este tiempo Dios le había proveído. Dios lo dio maná de cielo para comida. Lo dio agua que beber. Lo dio dirección por cada paso del camino. Su ropa no se envejeció y su calzado no se gastó.

La conquistda de la Tierra Prometida sería consumada por el poder de Dios. Recuérdese, esta tierra se llamaba la "Tierra Prometida" porque Dios la había prometida a Abraham, Isaac, y Jacob, y a sus descendientes. Para poder entrar en esta tierra, tuvieron que cruzar el Río Jordán. Era la primavera y el río se había desbordado. Por eso, Dios hizo un milagro para Su pueblo. Él lo ayudó a cruzar el Río Jordán en la misma manera en que lo ayudó a cruzar el Mar Rojo. Cruzó en tierra seca. Los sacerdotes, que llevaron el arca, marcharon hasta el río. Cuando sus pies tocaron el agua, las Escrituras enseñan que las aguas del Río Jordán subieron como un montón para que el pueblo pudiera pasar en tierra seca.

La ciudad de Jericó estaba cerca. Estaba protegida por muros altos que cercaron la ciudad completamente. Josué envió a dos espías a la ciudad. Ellos fueron descubiertos, y sus vidas fueron salvados por Rahab la ramera.

Rahab reconoció que Dios estaba con Su pueblo. Por eso, ella hizo una decisión muy valiente. Ella se decidió renunciar a su propia pueblo, y su propio estilo de vida, para seguir a Dios. Rahab se menciona en Mateo 1:5 como la bisabuela de David. Por eso, ella era además un antepasado de Crisdto. Rahab es la prueba de que cualquiera podría cambiarse la vida y ser aceptado por Dios.

No fue necesario, pues que el pueblo hebreo destruyera los muros de Jericó. Dios se decidió a hacer eso para ellos. Dio a Josué algunas instrucciones muy insólitas. Él mandó que los ejércitos de Israel marcharan silenciosamente alrededor de la ciudad de Jericó. Tuvieron que marchar alrededor de ella una vez cada día por seis días. En el séptimo día, fueron mandados a marchar alrededor de la ciudad siete veces. Tuvieron que tocar las tompetas y gritar. Sichicieran eso, Dios prometió a Josué que los muros de Jericó caerían al suelo.

Ésta no era una decisión fácil para Josué. Muchos años antes el pueblo había tratado de apedrear a Josué cuando él los animaba a conquistar a Canaán. (Véase Números 14:10) Se requirió gran fe de parte de Josué a obedecer a Dios. Nunca antes y nunca después ha sido conducido una batalla militar en esta manera.

No ostante, Josué hizo exactamente lo que Dios mandó que hiciera. Cuando lo hizo, Dios hizo exactamente lo que Él prometió que hiceira. Los muros de Jericó sí se cayeron. El pueblo perverso de Jericó murió en su pecado.

Con todo, Rahab y su familia fueron salvadas. Su salvación se basó en cuatro responsabilidades simples: Rahab tuvo que atar un cordón de grana por la ventana. Así los guerreros hebreos pudieron identificar las casas donde vivía la gente que serían salvos. Segundo, Rahab tuvo que traer su familia dentro de la casa. En el tercer lugar, no podíoan dejar la casa. En la confusión de la batalla, pudieron haber muerto accidentamente. Finalmente, fueron prohibidos a hablar a cualquiera sobre ese asunto. Rahab hizo precisamente lo que fue mandada a hacer. Hay una unión directa entre lo que realmente creemos, y lo que hacemos.

Josué y Rahab son ejemplos maravillosos de la fe en acción. Porque creían en Dios, lo obedecieron.

¡Cuando Ud. cree verdaderamente, también Ud. obedecerá!