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PREFACIO

En el verano de 1973 empecé un estudio serio sobre el gobierno de la iglesia. Sentía que muchas preguntas necesitaban ser contestadas. Entre ellas estaba principalmente la de mi propia identidad con la iglesia. Después de predicar casi veinte años, un gran planteamiento parecía gravitar sobre mi función en la congregación local. Nuestro estatuto me consideraba "el evangelista", pero la gente me contaba como pastor. Sentía que eran los ancianos los que debían ser los pastores y yo me rehusaba a asumir toda la responsabilidad del oficio de anciano. Parecía que nuestra tradición les había otorgado mucha autoridad a los ancianos y casi ninguna responsabilidad, dejando sin autoridad al "evangelista" pero sí con muchas responsabilidades.

Como mi hijo mayor ya iba a egresar de la preparatoria, hacía más urgente aclarar mis dudas, ya que no quería que él sufriese la agonía y la confusión que me agobiaba, si es que él entraba al "ministerio".

Ya había leído la Biblia muchas veces de principio a fin, pero volví a leerla otra vez. En esta ocasión buscaba versículos relacionados con el gobierno de la iglesia. Cuando me topé con nombres de obreros cristianos, me detuve para analizar cómo se relacionaban con el cristianismo apostólico. Con la ayuda de una concordancia verifiqué cada uso de sus nombres y traté de entender qué funciones desempeñaban. Además del estudio de las Sagradas Escrituras, también leí diversos libros sobre el gobierno de la iglesia y estudié los escritos de los padres de la iglesia primitiva.

Después de un año de minuciosas investigaciones empecé a desalentarme. Había esperado descubrir un modelo divino para la iglesia con un claro paquete de títulos y descripción de puestos. Si estaba allí, no lo noté.

A estas alturas, empecé a pensar en los millones de cristianos que vivieron y murieron sin el beneficio de una concordancia o de un comentario bíblico. Si todo esto estaba resultando "tan difícil" para mí, ¿qué posibilidades tuvieron ellos?

Desde esta perspectiva, le eché otra mirada al cristianismo. Traté de despojarme de mis anteojos y preconcepciones sectaristas e intenté sentarme a los pies de Jesús como un niñito, sin ninguna obsesión teológica. Sus palabras parecieron repentinamente adquirir un nuevo significado. Fue un respiro de aire fresco para el mohoso aposento de mi mente. Como el vino nuevo, demandaba una mentalidad totalmente nueva para poder contenerlo.

Todavía tengo un pesar por la estructura de la iglesia, pero desde un punto de vista enteramente distinto. Fueron las prioridades de Cristo Jesús las que hicieron la diferencia en mi vida; ruego al Señor que también ocurra este cambio en la vida de usted.