Lección cuatro

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EL AMOR: LA MULTIFORME SABIDURIA DE DIOS

El tercer capítulo de Efesios enseña que la sabiduría de Dios es "multiforme" o "polifacética". El mundo del Espíritu está muy ocupado en las actividades de la tierra y con gran interés los ángeles observan nuestros actos (I Pedro 1:12; Mateo 18:10; I Corintios 11:10; etc.). Efesios 3:10 explica que los principados y potestades en los lugares celestiales (el mundo de los espíritus -Hebreos 1:7, 14) ven la multiforme sabiduría de Dios a través de la iglesia. Los cristianos están "en el escenario" ante testigos eternos. Corremos en el estadio ante una gran multitud de testigos (Hebreos 12:1-3; I Corintios 9:19-27; II Timoteo 2). Nuestro comportamiento debe mostrar la multiforme sabiduría de Dios, y el amor es parte integral de nuestra manera de ser.

La elección de los apóstoles.

Jesús es omnisciente y sabio. Pero, entonces, ¿por qué escogió a individuos sin letras y del vulgo para que fuesen sus apóstoles (Hechos 4:13)? Pudo haber elegido a personas diestras en la retórica y en el debate. Pudo haber escogido a gente de prestigio e influyente. Pudo haber seleccionado de entre los ricos y los poderosos. En cambio, escogió a gente del vulgo. No sabían nada de teología. No eran sacerdotes de la descendencia de Aarón ni levitas al servicio de Dios. Totalmente carecían de preparación para debatir con los doctores de la ley cualquier tema de la época; y no se les enseñó a disputar sino a amar. Los discípulos de Jesús no se iban a distinguir por "tener todas las respuestas", sino por amarse unos a otros. Jesús dijo, en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Juan 13:35). La elección de estos hombres debería decirnos algo en cuanto a nuestras prioridades en el evangelismo.

La religión pura es amar.

El pecado logra dos cosas:

1. Nos separa de Dios: ...pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír (Isaías 59:2).

2. Enemista a los hombres: el pecado no sólo echó de la presencia de Dios al hombre en el Edén, sino que fue directamente responsable del asesino rencor entre Caín y Abel y de los innumerables pesares, infortunios y ayes que surgieron a partir de aquel entonces.

El término "religión" literalmente significa "volver a unir". La religión pura: a) Vuelve a unir al hombre con Dios. b) Vuelve a unir a los hombres entre sí.

No podemos tener un amor correcto hacia Dios si nos contaminamos con el mundo y no podemos decir que amamos a la gente como debemos hacerlo si somos insensibles con los necesitados. Así lo enseñan las Escrituras: La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo (Santiago 1:27).

Este concepto armoniza perfectamente con el eterno propósito de Dios hacia el hombre.

Tal vez algunos digan: "si ésta es la idea de Dios acerca de la religión pura, entonces debió haber cambiado de parecer". ¡Pero no es así! Aparentemente parece que Dios ha cambiado, pero en realidad su plan siempre ha sido el mismo. Por una razón trató en forma diferente a los patriarcas, pero su plan fue el mismo. En la era mosaísta Dios implementó otra fase de su plan, pero su fin último permaneció intacto. La contradicción aparente se resuelve al recordar que los mandamientos de Dios no eran un fin en sí mismos, sino un medio para alcanzar el fin deseado: Pues el propósito de este mandamiento es el amor... (I Timoteo 1:5; Romanos 10:4; 13:10).

Por ejemplo, Levítico 6:1-7 describe la ley del sacrificio por las ofensas. El alma que pecase contra Dios por defraudar u ofender a su prójimo era penalizado en dos formas: 1) restituiría lo robado y añadiría a ello la quinta parte el día de su expiación. 2) Y para expiación de su culpa traería a Jehová un carnero sin defecto.

Ahora podríamos preguntarnos, ¿por qué ordenó Dios esto? ¿Le agrada a Dios que la gente se despoje de su dinero? ¿Encuentra Dios deleite sádico en ver correr la sangre en un altar? ¡Completamente ridículo!

La realidad es que los sacrificios no fueron un fin en sí mismos; fueron un medio para alcanzar el fin. El sistema de sacrificios no fue para beneficiar a Dios sino a nosotros. Dios ha querido que la gente lo ame en la forma correcta y que también amemos a nuestros prójimos. El pasar por un ritual sin amar carecía totalmente de propósito. Esto es lo que Jesús estaba enfatizando cuando dijo: Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda (Mateo 5:23-24).

La naturaleza del sistema de sacrificios es que, cuando se implementaba en forma correcta, no sólo promovería reverencia a la Deidad sino también la reconciliación entre ofendidos.

Del mismo modo, los mandamientos cristianos no son un fin en sí mismos, sino medios para lograr el fin. Las ordenanzas del cristianismo son: 1) el bautismo o inmersión en agua y 2) la cena del Señor o el partimiento del pan.

Con especial atención debe notarse que el mandato a ser bautizado es el único en toda la Biblia que se da en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28:18-20). En el libro Proceso a la "biblia" de los testigos de Jehová, por Eugenio Danyans, al demostrar la igualdad del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo en cuanto a naturaleza, esencia, atributos y coexistencia eterna, etc., como único Dios verdadero; de paso se alude al bautismo, que a continuación transcribo:

Considerando un texto clave. Se impone aquí un pequeño comentario en torno al texto de Mateo 28:19: `Baptizontes autous eis to onoma tou Patros kai tou Uiou kai tou Agiou Pneumatos: bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Santo Espíritu'. Notemos que el bautismo cristiano está conectado con el nombre de cada persona de la Divinidad. No hay una interpretación propia de este lenguaje que no coloque en igualdad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Si se reconoce la Deidad de una de estas personas, queda reconocida la de las tres. Es imposible hacer una distinción válida con respecto a la igualdad y semejanza. Si la Deidad del Padre es reconocida por todos los que creen que hay un Dios, con respecto al Hijo y al Espíritu ¿quién podría oír sin horrorizarse que el nombre de un profeta o un ángel sustituía al de uno de ellos? ¿Por qué? Por causa de la inconsecuencia impía de exaltar a una criatura hasta igualarla con Dios. ¿Cómo sonaría, por ejemplo, esta fórmula bautismal: "bautizar en el nombre del Padre, y de Moisés, y de una fuerza activa". ¿No sería esto una blasfemia grosera?

Pero el nombre del Hijo y el nombre del Espíritu Santo están juntos con el del Padre, y la unión es tan importante que la validez del bautismo es inseparable de ella. Si el Padre es Dios, el Hijo y el Espíritu deben ser Dios también, porque de lo contrario el texto pierde su sentido natural. Asimismo, si el Padre y el Hijo tienen personalidad, debe igualmente tenerla el Espíritu, pues sería absurdo bautizarse en el nombre (?) de una `fuerza'o de una mera `influencia', en conexión con el nombre del Padre y del Hijo... (pp. 169-170).

No hay causa y efecto lógico asociado con el bautismo. No es algo instituido por algún grupo de expertos en lógica en alguna conferencia o concilio de la iglesia. Este, sencillamente es un mandamiento del cielo y lo obedecemos aspirando a una buena conciencia hacia Dios (I Pedro 3:21). Cuando los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el bautismo de Juan, desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos (Lucas 7:30). Lo mismo sucede con respecto al bautismo cristiano. Aquellos que no aceptan la autoridad del cielo han pasado por alto el mandamiento más importante. En cuanto al bautismo, léanse sin ningún prejuicio los siguientes pasajes de las Sagradas Escrituras: Hechos 2:38, 22:16; Romanos 6:1-6; Gálatas 3:27-29; Colosenses 2:12, etc.

La "comunión" se describe en I Corintios como "la comunión del cuerpo de Cristo" (I Corintios 10:16). El "cuerpo de Cristo" lo forman los cristianos. Gente de todas las razas y estrato social ha llegado a conformar un cuerpo mediante Cristo Jesús. Si partimos el pan y tomamos la copa del Señor, sin discernir el cuerpo, juicio comemos y bebemos para sí mismos (I Corintios 11:29). Este era el verdadero problema en Corinto. Sus reuniones sacaban a relucir la discriminación en vez de la unidad. Debido a eso no se congregaban para lo mejor sino para lo peor (I Corintios 11:17-18).

El bautismo en agua y el partimiento del pan, ordenanzas cristianas, están en perfecta armonía con el eterno propósito de Dios para la humanidad. El bautismo refleja nuestro amor y sometimiento a Dios, y la cena de Señor (I Corintios 11:20-22) pone de manifiesto nuestro amor de los unos hacia los otros.

Tanto el bautismo como el memorial (I Corintios 11:24-26) no son un fin en sí mismos, sino medios para alcanzar el fin: Pues el propósito de este mandamiento es el amor... (I Timoteo 1:5).

El amor cumple la ley.

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:8-10).

Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5:13-14).

Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis (Santiago 2:8).

La ley no fue dada para salvar: ...sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo (Gálatas 2:16).

La ley no se opone a las promesas de Dios: ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley (Gálatas 3:21).

La ley debía prepararnos para nuestro encuentro con Jesús, señalándonos hacia él: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe (Gálatas 3:24).

La ley se cumple en el amor: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5:14).

El cristiano no está bajo la ley: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley (Gálatas 5:18).

La "ley de Cristo" consiste en amar: Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo (Gálatas 6:2).

La ley real del amor es también la ley de la libertad:

Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio (Santiago 2:8-13).

El amor cumple los profetas.

Jesús dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40)...Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas (Mateo 7:12).

Cuando los contemporáneos de Jesús censuraron su comportamiento hacia el día de reposo o por querer fraternizar con publicanos y pecadores, éste, en ocasiones, les respondió que escudriñasen el mensaje de los profetas. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio... (Mateo 9:13).

La cita anterior corresponde a Oseas 6:6. Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.

Miqueas 6:6-8 es muy similar:

¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

Los escribas y los fariseos fueron estudiantes de los profetas, pero no habían entendido lo primordial de la enseñanza profética. Jesús correctamente miró más allá de los ritos y sacrificios judíos al propósito final de Dios. Dios no sólo quería ver sangre en el altar o ver correr ríos de aceite por el sacrificio sacerdotal. Dios estaba interesado en producir amor.

Es interesante y a la vez aterrador recordar que todos los profetas fueron perseguidos y que Jesús haya sido crucificado. Por alguna razón, el mundo religioso está decidido a torcer la voluntad de Dios y hacer más importantes los "sacrificios" que la "misericordia". Para algunos es más importante guardar el sábado que amar al prójimo.

El profeta Isaías trató severamente esta perversión de la verdad:

Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda (Isaías 1:10-15, 23).

El remedio divino al problema anterior se encuentra en los versículos siguientes:

Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:16-18).

La esencia de la religión pura jamás ha cambiado. Todavía es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo (Santiago 1:27).

Dios no depende de nosotros en cuanto a sustento: Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos? (Salmos 50:12-13).

El salmista no estaba abogando que se hiciesen más sacrificios ya que todas las bestias del campo pertenecen a Dios. El abogaba por el cambio de corazón para que pudiesen estar en buena relación con Dios (versículo 14), y al mismo tiempo que se reconciliasen con sus hermanos (versículo 20).

El mensaje de los profetas está en perfecta armonía con el eterno propósito de Dios. En cierta ocasión, conversando con Jesús, un escriba lo puso de la siguiente manera:

Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.

A lo que Jesús respondió: No estás lejos del reino de Dios (Marcos 12:32-34).


Preguntas para reflexionar-Lección cuatro.

1. ¿A quiénes elegimos cuando queremos hacer algo para Dios?

2. ¿Diferimos de Jesús en cuanto a lo anterior? Si es así, ¿cómo diferimos?

3. ¿Dónde aprendieron los apóstoles a amar?

4. ¿Están relacionados el amor y el bautismo? Si lo están, ¿cómo lo están?

5. ¿Cómo se relaciona la cena sel Señor con el amor?

6. ¿Cómo cumple el amor la ley?

7. ¿Cómo cumple el amor los profetas?