ección cinco

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MAS DE LA SABIDURIA DE DIOS

El camino angosto es amar.

Obsérvese que las enseñanzas de Jesús acerca del "camino angosto" están inmediatamente precedidas por la "regla de oro".

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan (Mateo 7:12-14).

El camino angosto al cual se refirió Jesús era el criterio esclavizador y el estilo de vida que hace que amemos a otros como nos amamos a nosotros mismos. "Angosto" viene de thlibo que, a su vez, viene de presionar o presión y se relaciona con aquello que oprime o agobia al espíritu. "Estrecho" viene de stenao que significa gemir. El camino angosto y la puerta estrecha son el camino del interés compasivo hacia los demás, es lo que nos agobia para que amemos como nos amamos a nosotros mismos.

Operando bajo la filosofía del legalismo, el sacerdote y el levita podían dedicarse a sus obligaciones religiosas olvidándose del dolor y los sufrimientos del hombre que había caído en manos de ladrones. Sin embargo, el camino del samaritano no era tan espacioso. No regía su vida mediante documentos legales y mandatos judiciales. Se regía por el amor. Constreñido por el amor y la compasión, atendió las heridas de ese hombre, lo llevó a un mesón y pagó los gastos del herido.

En presencia de los fariseos, "que eran avaros" (Lucas 16:14-15), Jesús relató la parábola del rico y Lázaro. Desde el punto de vista legalista, el hombre rico parecía que era intachable. Nuestro Señor no impugna la manera en que este rico había obtenido su dinero; tampoco citó alguna Escritura que este rico haya violado. Simplemente observó que había un mendigo que estaba echado a la puerta del rico, ansiando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros callejeros venían y le lamían las llagas.

Abandonar a un indigente así tal vez sea justificable en la corte o ante un tribunal donde las excusas y los tecnicismos confunden la condición del corazón. Pero en un juicio basado en el amor no hay defensa porque, ...el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? (I Juan 3:17).

Persona insensible o endurecida a las necesidades humanas no está a tono con el ejército del Rey Jesús. La forma de vida que nos exige considerar las necesidades de otros igual que las nuestras, simplemente es estrecha. Es una conducta tan restrictiva que sondea todo aspecto del ser. "Por amor" nos esclavizamos unos a otros (Gálatas 5:13).

Ser perfecto es amar.

Recuerde que a Job se le llamó: hombre perfecto y recto. Era temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1:1; 42:7). La religión de Job era amar a Dios.

Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días (Job 1:5).

Pero también observe que la religión de Job envolvía el amar a sus semejantes:

Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia, y ella me cubría; como manto y diadema era mi rectitud. Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacía soltar la presa (Job 29:12-17).

La palabra hebrea para "perfecto" es tawn que en griego es teleios. Ambas palabras no se refieren a alguien sin pecado sino a uno que está entero. Dios destinó al hombre para amar a la Deidad con todo su corazón y amar a su prójimo como a sí mismo. Job fue un hombre íntegro.

Preste atención cuán bellamente armoniza la vida de Job con las enseñanzas de Jesús.

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:43-48).

Ser perfecto no es estar sin pecado. Es amar como Dios ama. Si amamos sólo a nuestros amigos, somos imperfectos y estamos incompletos. Aquellos que tienen al Espíritu de Cristo deben amar a todos.

Una vez sugerido este concepto del cristiano "cabal", provee discernimiento en un sinnúmero de pasajes a través de las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, tome el relato del joven rico. Había vivido ejemplarmente al tratar de agradar a Dios, pero había pasado por alto sus responsabilidades humanitarias. Estaba "incompleto" y era "imperfecto" porque había intentado amar a Dios sin ocuparse directamente de la gente. Por lo tanto Jesús le instruyó: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme (Mateo 19:21).

Colosenses contiene muchos mandamientos en cuanto a la conducta cristiana. Debemos deshacernos del enojo, la ira, la malicia, la blasfemia, las maldiciones, etc. Y debemos revestirnos de un corazón compasivo, amable, humilde, sencillo, paciente, perdonador, etc. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:14).

De igual forma Santiago pone mucho énfasis en las relaciones personales. Nuestra fe en Dios está muerta si no está acompañada de obras de unos hacia otros. En este contexto se señala al amor como "la perfecta ley o la ley de la libertad" (Santiago 1:25).

La segunda carta a los Corintios cierra con un llamado a la madurez: Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros (II Corintios 13:11).

¡Andar en la luz es amar!

A los escudriñadores de las Escrituras les interesará la expresión andar en luz porque tiene asociación directa con nuestro lavamiento en la sangre de Cristo (vea I Juan 1:7).

Pero, ¿qué significa "andar en luz como él está en luz"?

Tal vez se nos ilumine el entendimiento al hacer un breve repaso de cómo usa Juan el término "luz". Este se encuentra 23 veces en su evangelio, 5 veces en su primera carta y 7 veces en Apocalipsis.

El primer uso que Juan hace del término "luz" está asociado con la naturaleza de Dios (Juan 1:4). De modo que naturalmente también se aplica a Jesús (Juan 1:9; etc.) y finalmente al cristiano. Se nos ordena "andar en luz" de la misma forma que Jesús "anduvo en luz".

Afortunadamente Juan explica qué quiere decir con esta expresión:

El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos (I Juan 2:9-11).

Juan emplea el término "amor" tan frecuentemente que por eso se le conoce como el "apóstol del amor". Tal distintivo es bastante interesante ya que anteriormente, Jesús lo llamó "hijo del trueno" (Marcos 3:17). ¡Qué hermoso! El amor que "todo lo sufre" y "todo lo soporta" reemplazó esa naturaleza violenta que en un caluroso día de verano había estallado como el trueno. Los sentimientos rencorosos y violentos llegaron a ser considerados por Juan como totalmente ajenos al carácter bondadoso de Jesús, que los tildó de "tinieblas" que ciegan.

La primera carta de Juan sólo consta de cinco capítulos ó 105 versículos; sin embargo la palabra amor está 33 veces en ella. Esta palabra está entretejida por toda la carta. Se dice que el amor es la naturaleza de Dios, de Cristo y del cristiano. El que no ama no tiene vida eterna (I Juan 3:15).

El amor es la llave del reino.

Marcos 12:32-34 cuenta una historia similar a la de este libro. Por lo menos difiere en un importante aspecto. El escriba de la narración de Marcos había llegado a su propia conclusión sobre la importancia del amor. Cuando este escriba afirmó que "los dos mandamientos" son más importantes que "todos los holocaustos y sacrificios", Jesús le respondió diciendo: "No estás lejos del reino de Dios" (Marcos 12:34).

En otras palabras, este hombre iba por buen camino. El reino de Dios no era un reino terrenal regido mediante la imposición de una ley; era un reino espiritual gobernado por el poder del amor.

Por alguna razón el hombre se siente inseguro cuando no hay leyes. A veces procuramos asegurar la santidad de los creyentes emitiendo normas propias. Los mandatos "no manejes, ni gustes, ni aun toques" sí tienen reputación de sabiduría, pero las Escrituras categóricamente afirman que no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:20-23). ¡No se puede santificar al hombre mediante leyes!

Los hermanos en Roma también tenían algunos problemas sobre la ley. La Carta a los Romanos muestra la controversia acerca de "días" y "comidas". No obstante, esos argumentos están totalmente fuera de contexto cuando se vive en un reino basado en el amor. Romanos 14:1 prohíbe contender sobre las opiniones del hermano débil, y Romanos 14:17 nos recuerda que la naturaleza del reino no consiste de comida o de bebida, sino de "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo".

Colosenses 1:13 nos enseña que el cristiano ha sido trasladado de la potestad de las tinieblas al reino de su amado Hijo. Para mayor información sobre el proceso de esta conversión relacionada con el amor, lea Juan 14:15-21; 15:10; I Corintios 8:3; I Juan 4:7, 12, 16, etc.

El amor y el Espíritu Santo.

La conversión envuelve el misterio de la vida que de alguna u otra forma la mente finita la elude. El grano de trigo posee el germen de la vida. No así las semillas sintéticas. A la semilla que está viva puede arrancársele ese algo intangible de los restos mortales, se abre camino a través de la capa exterior de la tierra y gira hacia el sol para que esa vida pueda continuar. Ella no sólo tiene el poder de crecer, sino también de reproducirse. El proceso es tan simple que hasta los niñitos pueden hacer una hortaliza. La vida es tan profunda que los más grandes científicos del mundo no comprenden su significado total.

La procreación humana es similar pero más compleja aún. El escritor de Eclesiastés meditó sobre el desarrollo de un feto humano, y escribió: Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas (Eclesiastés 11:5).

Dado que no entendemos el misterio del nacimiento, es lógico que no comprendamos plenamente el misterio de nacer de nuevo. Las semillas pueden germinar, nacer y crecer icluso cuando sean sembradas accidentalmente, pero el proceso que las hace desarrollarse está fuera del alcance de la mente finita.

Los que nacen del espíritu experimentan una transformación notable. Y no es un asunto puramente emocional sino que se trata de la total renovación de nuestro entendimiento y mentalidad (Romanos 12:1-4). Llegan a ser "nueva creación" en Cristo Jesús. Ya no ven a su alrededor desde un punto de vista puramente humano, sino que se procurará ver todo con ojos de Jesús. Es su Espíritu el que reproduce la naturaleza de Cristo en el creyente.

El nacimiento humano resulta de una simiente corruptible, pero el creyente nace de simiente incorruptible que es la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. El cielo y la tierra pasarán, pero la palabra de Dios permanece para siempre.

Cada semilla ha sido programada por Dios para que produzca. En una semilla puede encontrarse encerrado un gigantesco árbol; en otra, puede encontrarse escondida la dulzura de un melón o la fragancia de una flor. Pero, sólo en la palabra de Dios están encerradas las características de Jesús. Cuando recibimos esa semilla, producimos sus características. "El fruto del Espíritu es amor" (Gálatas 5:22).

No hay manera de que permitamos que tal semilla crezca sin amor, y no hay forma de que podamos alcanzar ese amor sin permitir que la semilla crezca. Sin el poder del Espíritu Santo es imposible alcanzar el amor que la Biblia señala. Somos justificados por la fe...nos gloriamos en la esperanza...nos gloriamos en las tribulaciones...pero el amor de Dios es el que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:1-5).

El fruto del Espíritu es amor, pero el hombre, por sí mismo, no puede saborear su delicia. Conocer el amor de Cristo es tan profundo que excede a todo conocimiento (Efesios 3:19). Es una maravilla multiforme que se manifiesta en la abundancia de alegría y paz. Templa nuestra conducta con el sufrimiento, la benignidad y la bondad. Realza nuestra personalidad en la fidelidad, la humildad y el dominio propio. Es trabajo del Espíritu Santo y no se puede duplicar sin su poder. El humanismo y la filantropía no lo alcanzan. Está más allá de los hombres no regenerados. Afirmar que la suma de nuestra eterna responsabilidad es amar a Dios y a nuestros semejantes no debe inducirnos a cancelar o evadir el milagro de la conversión.

Jesús lo expresó mejor: os es necesario nacer de nuevo. Nuestro nacimiento físico nos dio los genes y las cromosomas de nuestro padre terrenal para que nos parezcamos a él. Cuando nacemos de arriba y llegamos a ser hijos de nuestro Padre que está en los cielos (Juan 1:12-13), también nos parecemos a él:

Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros (I Juan 3:9-11).

Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros (I Tesalonicenses 4:9).

Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios... (II Tesalonicenses 3:5).

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (II Timoteo 1:7).

Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros (II Timoteo 1:13-14).

...y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).

...el amor es de Dios... (I Juan 4:7).

Produciendo fruto y amor.

Exponiéndome a ser redundante permítaseme decir algo tocante a "llevar fruto". Muchos se han sentido forzados a tener un fervor evangelístico porque Jesús dijo que todo pámpano que no llevase fruto sería arrojado al fuego. El contexto de Juan 15 no apoya tal énfasis.

Por favor, lea nuevamente toda la sección de Juan 13:31 - 16:33. Recuerde que Jesús estaba tomando el mandamiento antiguo en cuanto al amor y le dio tanta importancia que,prácticamente, llegó a ser un "nuevo mandamiento" (Juan 13:34). Este nuevo mandamiento debía ser la señal primordial de sus discípulos pues "en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:35).

En los primeros 58 versículos del discurso encontramos 24 referencias al amor.

Ya que los apóstoles no podrían alcanzar este amor por sí mismos, Jesús los instruyó a que "permaneciesen" en él como lo está el pámpano en la vid. Sólo así tomarían, a través de su Espíritu, aquello sobrenatural para poder amar. Este amor es el "fruto" mencionado en Juan 15 (particularmente vea Juan 15:8-17). El fruto del Espíritu es amor... (Gálatas 5:22).

Dios es amor.

¡Dios es amor! Creó el universo con la intención de reproducir seres espirituales que fuesen semejantes a él. Ya que quería que fuesen como él, era esencial que su creación tuviese libre albedrío. Así como la vida física procede de las semillas que se siembran, la vida espiritual a la semejanza de Dios es el resultado de su simiente incorruptible que echa raíz en el corazón humano. I Juan 3:9 enseña que la conducta del cristiano se transformó porque tenemos la "simiente" o el "esperma" de Dios dentro de nosotros.

El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema; el Señor viene (I Corintios 16:22). O sea que cualquiera que no es atraído hacia la historia del compasivo Dios, que sana a los enfermos y cuida a los niños, tal persona es tan perversa que, como animal irracional, debe ser atrapada y destruida.

Una intelectual y emocional apreciación del bien es esencial para nuestra salvación. Hasta una buena semilla no puede crecer sobre una roca.

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (I Juan 4:7-16).


Preguntas para reflexionar-Lección cinco.

1. ¿Quién es más exigente, la ley o el amor?

2. ¿Quién es nuestro prójimo hoy día?

3. ¿Es posible que seamos perfectos como se manda en Mateo 5:48?

4. ¿Qué cambió a Juan de "hijo del trueno" a "apóstol del amor"?

5. ¿Puede ser salva una persona sin amar?

6. ¿Cómo produce amor el Espíritu Santo?

7. ¿Cómo se distinguió Jesús de Dios?