Lección seis

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LA MENTALIDAD HOMICIDA

Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida (I Juan 3:15).

El primer asesinato en el mundo resultó de una controversia religiosa. Los hechos elementales de esa historia son tan familiares que no necesitamos detallarlos. Basta decir que:

1. Caín amaba a Dios.

2. Caín no amaba a su hermano.

Esta simple observación nos provee discernimiento sobre uno de los más serios problemas que no han sido tocados en la historia de la humanidad.

Caín trató de agradar a Dios sin preocuparse en prestar ayuda humanitaria. Erigió su altar y cumplió con los ritos de su religión, pero no amó a su hermano. Se disgustó enormemente cuando Dios no aceptó su ofrenda. Caín, en vez de reconocer su error, abiertamente le echó la culpa a Abel.

Las Escrituras hacen notar: "Y dijo Caín a su hermano Abel..." El hecho de que esta conversación fuese el preludio del asesinato, fortifica la conjetura que fue una acalorada controversia religiosa. En su comentario de Génesis Adam Clarke dice:

Aquí, se supone que el primer asesinato cometido en el mundo fue debido a una disputa religiosa; comoquiera que esto pueda haber sido, millones han sido sacrificados desde entonces por prejuicios, fanatismo e intolerancia. Ciertamente, aquí, se originó el monstruo de muchas cabezas: la persecución religiosa. El espíritu del inicuo que habita en sus seguidores los incita a que aflijan y destruyan a todos los que tienen el Espíritu de Dios. Cada perseguidor es hijo legítimo del antiguo homicida. Este fue el primer triunfo de Satanás; no simplemente introdujo la muerte sino que fue una muerte violenta como primer fruto del pecado. No fue la muerte de una persona común, sino la muerte del más santo de ese entonces; no fue causada por la providencia de Dios o por el deterioro y la destrucción gradual por ser terrenal, sino por la separación violenta del cuerpo y el espíritu; no fue hecha por un enemigo cualquiera de quien nada mejor pudiese esperarse, sino por su propio hermano, y por ninguna otra causa sino por envidia de que (Abel) fuese más justo que él (Caín)... (p. 60).

Esta historia tiene muchos aspectos que son demasiado evasivos para garantizar el dogmatismo. ¿Sintió Caín que debía ser la "simiente de la mujer" que aplastaría la cabeza de la serpiente? ¿Indicó su ofrenda sin sangre que no tenía conciencia de pecado? ¿Mató a su hermano en un arrebato de celos o en un "justo" intento por preservar sus derechos de primogenitura? Supongo que, para muchos, aun la declaración de Hebreos 11:4 sobre la fe de Abel estará sujeta a muchas interpretaciones.

Pero en cuanto a la necesidad de amar no puede haber malentendido.

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas (I Juan 3:11-12).

Jesús pareció asociar la muerte de Abel con el martirio religioso de los demás hombres justos.

Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación (Mateo 23:34-36).

Es sensato darnos cuenta que hay religiosos que pueden tener una mentalidad homicida. Jesús mismo fue crucificado por gente religiosa. El fue crucificado por los estudiosos de las Escrituras y, más aún, la muerte de Jesús se atribuyó directamente a fuertes convicciones religiosas.

Los judíos dijeron a Pilato: "Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir..." (Juan 19:7).

El sumo sacerdote dijo: "...ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:50).

Es innegable que los asesinos de Jesús fueron religiosos. Diezmaban, oraban, fueron celosos de su deber en el templo, pero no amaban a la humanidad.

Devoraban las casas de las viudas y por pretexto hacían largas oraciones. Ignoraban a sus padres bajo el ardid de ser sumamente religiosos (Marcos 7:1-13; I Timoteo 5:3-8). Tenían en más alta estima a una norma que a una persona. Como Caín, los sacerdotes cometieron la fatal equivocación de amar a Dios sin amar a la humanidad.

Jesús predijo que sus discípulos serían muertos por el celo de una devoción religiosa. Declaró: Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios (Juan 16:2).

Alguien se ha percatado que casi no existe diferencia entre morir por una causa y matar por ella. Cuán apropiadamente se ilustra este principio en la vida de Pablo. Observe estas declaraciones de Pablo y considere la directa asociación con su celo de Dios:

Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo este Camino hasta la muerte prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres; como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados (Hechos 22:3-5).

Los discípulos de Jesús tenían muy poco de qué temerles a los publicanos y las rameras, pero sí mucho qué temerle a un super religioso como Pablo.

Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras (Hechos 26:9-11).

Para que no piense usted que este curso de acción era inconsistente con sus convicciones religiosas, permítame recordarle que a pesar de la sangre que derramó y las torturas que aplicó, Pablo declaró: "...yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy" (Hechos 23:1).

La cura de esta homicida mentalidad de Pablo llegó con su proceso de conversión cuando el amor de Cristo lo constriñó de tal forma que ya no pudo ver más a los hombres desde un punto de vista humano (II Corintios 5:14-21). El Espíritu de Cristo Jesús no nos incita a matar a nuestros semejantes. ¿O sí?

La mentalidad homicida no es exclusiva de un grupo o secta religiosa en particular. Todos los que son capaces de odiar la llevan dentro. No es algo raro o fuera de lo común, sino que está a nuestro alrededor...y dentro de nosotros (Marcos 7:21-23). Una de sus diabólicas características es que frecuentemente se levanta con el pretexto de "rendir servicio a Dios". Sin embargo, no importa cómo se manifieste, jamás tendrá razón. Está diametralmente en contra de las enseñanzas de Jesús.

El sermón del monte pronuncia bendiciones sobre los mansos, los misericordiosos y los de limpio corazón.

El Príncipe de Paz dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Apartémonos del odio y de la venganza: "ofrezcamos la otra mejilla, llevemos la carga dos millas más, amemos a nuestros enemigos, bendigamos a los que nos maldicen, hagamos bien a los que nos aborrecen y oremos por los que nos ultrajan y nos persiguen". No existe argumento contra del amor. Este debía ser la característica principal del cristiano. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amais unos a otros.

Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él (I Juan 3:15).

Para que no se piense que los seguidores de Jesús son inmunes a la mentalidad homicida, permítaseme resumir brevemente lo que ocurrió durante el siglo inmediatamente después de la Reforma protestante.

Para poder leer las páginas que siguen se requiere de disciplina y templanza. No se ha hecho ningún intento por embellecer con apariencia de respetabilidad o de razón lo que pasó. Lo que sucedió no fue razonable. Aquellos que forcejean sobre las "guerras cristianas", con la pura verdad, se encontrarán acosados por una mezcolanza de incredulidad y náusea. En realidad la situación fue peor de lo que las palabras son capaces de transmitirnos.

Alguien ha dicho: "los que no conocen la historia están condenados a repetirla". Tal vez la pasmante verdad del "odio cristiano" juegue un papel positivo en usted, evitando que la "mentalidad homicida" domine su corazón.

Casi todo lo que se dirá a continuación ha sido condensado de A Manual of Chuch History (Un manual de la historia de la iglesia) escrito por Albert Henry Newman, Vol. II, Filadelfia, publicado por The American Baptist Publication Society.

¡Léalo...y laméntelo!

La revuelta campesina 1524-1525.

Hans Muller, experimentado guerrero y orador, condujo 1,200 campesinos a Waldshut el 24 de agosto. Aquí se formó una "hermandad evangélica" bajo el gran reformador Balthasar Hubmaier. Creyendo ellos firmemente que el clero sólo perpetuaría el cobro de impuestos y la opresión; juraron destruir todos los castillos, monasterios y todo aquello que fuese eclesiástico.

Un fanático líder labriego de nombre Munzer decía poseer la espada de Gedeón e histéricamente le gritaba a sus seguidores:

¡Vamos, vamos, vamos, que no les molesten los gemidos de los impíos. Aunque les supliquen en tonos amistosos, aunque lloren y se quejen como niños, no les tengan compasión. ¿No fue así como Dios ordenó que su pueblo matase a los cananeos? Vamos, vamos, mientras la lumbre está buena. Derrumbemos los castillos y sus moradores. Dios está con ustedes; vamos, vamos!

Lutero escribió en contra de estas bandas de asesinos y bandoleros en un lenguaje tan furioso como el de Munzer, pues incitó:

Que sean aplastadas, asfixiadas y apuñaladas tanto en público como en privado por cualquiera que pueda hacerlo, así como se mata a golpes a un perro rabioso. La magistratura que vacila, peca; ya que no satisface a los campesinos pertenecer al diablo. Sino que arrastran a muchos piadosos a su perversión y condena. Por lo tanto, apreciables señores, disparen, apuñalen, aplasten, y estrangulen a todos los que puedan. Si los matan a ustedes, está muy bien; no se puede obtener muerte más bendita.

(Es aterrador darnos cuenta que tales palabras viniesen de alguien, que acababa de hacer una traducción de la Biblia.)

Leonard Fries, ministro del gobierno de la ciudad de Wurzburn, compiló un documento histórico en el que describe el derramamiento de sangre:

Tan sólo en Alemania, y en menos de diez semanas, fueron abatidos y muertos más de 100,000 hombres por este cataclismo.

El saqueo de Roma y la encarcelación del papa en el año 1527.

Aproximadamente 11,000 furiosos y aventureros luteranos al mando de Frundsberg cruzaron los Alpes y se unieron a una pequeña armada española comandada por el duque de Borbón. La tropa arrasó la ciudad matando entre cuatro a seis mil personas mientras que sólo sufrió cien bajas. El papa se refugió por un tiempo en el castillo de San Angelo. Fueron capturados algunos cardenales y arrastrados por la ciudad. Algunos líderes de la iglesia católica romana tuvieron que pagar un rescate de 15 millones de ducados para que no los molestasen más. Los templos, incluyendo el de San Pedro, se transformaron en muladares y el papa sólo fue instrumento del emperador.

La segunda guerra entre el emperador y el rey de Francia

1527-1529.

Mientras Roma era saqueada, Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia estaban formando una alianza militar en contra del emperador. Enrique buscaba el favor del papa ya que quería divorciarse de Catarina, que era tía del emperador. La guerra terminó en 1529 con el tratado de Cambray. Y Enrique obtuvo promesas del papa sobre su divorcio, pero éste no pudo cumplirle.

El origen del protestantismo.

Después del tratado de paz de Cambray, el emperador, el papa y el rey de Francia unieron sus fuerzas en la Dieta de Espira (1529), determinando usar medidas drásticas para restaurarle el poder a la iglesia católica romana. Quedó asentado así:

...que tanto los rebautizadores como los rebautizados, todos los hombres y las mujeres con uso de razón, fuesen juzgados y sentenciados a muerte por los jueces espirituales sin hacérseles previas investigaciones.

Los reformadores respondieron que "Cristo nuevamente se encontraba en manos de Caifás y de Pilato". El día 25 de abril de 1529 se hizo una protesta contra dicho decreto, llegando a ser así realidad el protestantismo.

La invasión de los turcos.

Inmediatamente después de la Dieta de Espira y la declaración de guerra entre católicos y protestantes, los seguidores de Mahoma juntaron 150,000 hombres, derrotaron a la armada húngara de Fernando y llegaron a Viena el día 26 de septiembre. Era una imponente armada de 22,000 camellos, pompa oriental y el inconfundible aire del fanatismo religioso. La invasión mahometana tuvo un efecto unificador en el "cristianismo", pues se reunieron miles para desbaratar a los turcos que fueron dispersados el día 14 de octubre.

Los fuertes desacuerdos entre los protestantes.

El día 22 de abril de 1529, basados los protestantes en la palabra divina, juraron una resistencia unida en contra de cualquier fuerza opuesta. Sin embargo, estos planes fueron contrariados por Lutero quien atribuyó al diablo las enseñanzas de Zwinglio. Acusó a los seguidores de Zwinglio de ser "diabólicos, truhanes, heréticos, libertinos, disimuladores, hipócritas, etc.". Entre las principales diferencias se encontraba la cena del Señor. Lutero insistía que la expresión "esto es mi cuerpo", debía tomarse literalmente; Zwinglio la interpretaba simbólicamente. Lutero consideraba que unirse a gente que disputaban contra tal sacramento sería "acarrear juicio al cuerpo y al alma". Concluyó que todo el ejército de Dios sería destruido por causa de un Acán.

La primera batalla de Coppel, 1529.

Las guerras de Coppel, Suiza fueron batallas distintivamente religiosas que se libraron entre los católicos romanos y los seguidores de Zwinglio. Zwinglio fue más militante que Lutero. La quema de un predicador zwingliano en Schwyz precipitó la confrontación. Se impidió el conflicto por la súplica, con lágrimas, de un mediador que pidió una tregua y negociaciones.

La segunda batalla de Coppel, 1531.

El celo evangélico de los zwinglianos fue contemplado por los católicos como una violación a acuerdos anteriores. Se acusó a los predicadores evangélicos de ser ladrones del cáliz y asesinos de almas. La latente ira erupcionó en octubre de 1531 y 8,000 católico-romanos tomaron la ofensiva. Zwinglio sólo pudo reunir a 1,500 soldados. Su pequeña armada fue arrasada y él fue asesinado. Su cuerpo fue descuartizado y quemado, y sus cenizas fueron mezcladas con la de los cerdos y arrojadas al aire.

La guerra de Esmalcalda y la paz de Augsburgo, 1546-1555.

De 1532 a 1546 floreció el luteranismo como nunca antes. En 1542 se presentaron las primeras indicaciones de serios problemas cuando se declararon la guerra dos familias sajonas debido a los impuestos que se cobraban para mantener la guerra turca. Por esas mismas fechas el duque Enrique de Braunschweig buscó el castigo de la ciudad de Goslar por sus medidas anticatólicas y fue repelido por las tropas guiadas por el landgrave de Hesse. El duque fue derrotado y los altares católicos y otros objetos sagrados fueron robados y destruidos. Ya era muy evidente para los líderes católicos que era necesario frenar al protestantismo, y después de varios años de preparativos el duque Enrique se encontraba otra vez en el campo de batalla con un ejército de 13,500 hombres (septiembre de 1545). En enero de 1546 hubo una conferencia en Regensburgo la cual nuevamente demostró las irreconciliables diferencias entre protestantes y católicos, y en julio de 1546 se declararon formalmente la guerra. El emperador deseaba que la guerra fuese política pero el papa proclamó una cruzada contra los herejes y les ofreció indulgencias a todos los que participasen. Los protestantes casi fueron arrasados y el papa se enfrentó al problema de cómo abordar los elementos del cristianismo que negaban muchos aspectos de la fe católica romana. Mientras se luchaba con estos problemas, nuevamente se formaron sobre el horizonte nubarrones de tormenta, pero esta vez el papa estaba de punta con el emperador. Nuevamente estalló la guerra en noviembre de 1551 que se mantuvo hasta el 25 de septiembre de 1555 cuando se firmó la paz de Augsburgo. Mientras el tratado ofrecía algo de paz a luteranos y católicos, ambos bandos se mantuvieron intransigentes contra los zwinglianos, los calvinistas y los anabaptistas.

Asesinos en Ginebra, Suiza.

Hasta aquí hemos hablado sólo del luteranismo y del zwinglianismo. Ya es hora de que abordemos las enseñanzas de Calvino que tomaron sus fuerzas de Lutero y de Zwinglio. Calvino empezó sus obras en Ginebra en 1536. Llegó a ser tan dogmático e intolerante que exterminó toda oposición por medio de la fuerza.

No se mostró misericordia a los enemigos de la teocracia. Se introdujeron nuevos métodos de tortura y se les dijo a los rebeldes, que a no ser que se rindiesen, `terminarían sus días en el tormento'. Se introdujo una red de espionaje para prevenir la transgresión secreta. Los informantes compartían las multas impuestas, y se aceptaba libremente el testimonio de los hijos contra sus padres. Entre 1542-1546 hubo 58 ejecuciones y 76 confinamientos. Durante la peste bubónica de 1545, 34 mujeres fueron quemadas o descuartizadas por sospecha de propagar la plaga por medio de magia... (p.220).

El crimen más conocido de Calvino fue el del católico romano Miguel Serviet. De 1546 a 1553 Serviet sostuvo correspondencia con Calvino en la que irritó al gran teólogo criticando cruelmente sus puntos de vista religiosos y haciéndole preguntas muy comprometedoras. Finalmente Calvino le envió una copia de su "Institución de la Religión Cristiana" que contenía todas las declaraciones de principios. Cuando Serviet devolvió esta obra sagrada, le había hecho muchas observaciones. Calvino estalló de cólera: "casi no hay una página que no esté profanada con su vómito".

Aunque Serviet creía que Jesús era Dios manifestado en carne y aunque mostraba infinito respeto por las Escrituras, se le condenó como hereje y se le mandó a la hoguera el día 27 de octubre de 1553. Con una rara valentía rehusó retractarse de sus objetables enseñanzas, y después de retorcerse en las llamas por media hora, gritó: "Jesús, hijo del Dios eterno, compadécete de mí", entregando así su espíritu.

Los principales reformadores de Alemania y de Suiza sinceramente ensalzaron a Calvino y al concilio de Ginebra por librar al mundo del que ellos consideraban como el principal enemigo de la verdad.

Las guerras de los hugonotes de 1560 en adelante.

Muy indicativo del derramamiento de sangre de este período es la infame masacre de la noche de San Bartolomé el 24 de agosto de 1572, cuando se dio muerte a 70,000 protestantes. Hubo gran regocijo en Roma, y el papa felicitó al rey y a la reina y mandó acuñar una medalla para conmemorar el evento. El Halley's Bible Handbook indica que hubo 200,000 mártires antes del edicto de Nantes que puso fin a este conflicto en 1598.

La guerra de independencia de los Países Bajos.

Desde 1536 se tomaron medidas drásticas para frenar la herejía. Estas medidas se intensificaron en 1567 por el ascenso al poder del Duque de Alba. La oposición a la herejía escaló hasta que Alba convocó a concilio y declaró que la herejía era un acto de alta traición. A este concilio también se le conoce como " tribunal de sangre". Se ejecutaron 18,000 personas. El conflicto continuó intermitentemente hasta 1648 cuando se reconoció la completa independencia de los Países Bajos que eran protestantes.

La Guerra de Treinta Años, 1618-1648.

Es obvio que, aun abreviando la historia, por muchas generaciones nunca hubo un tiempo de paz verdadera entre los "cristianos" europeos. Para 1618 los asesinatos, ejecuciones e intrigas nuevamente escalaron a un conflicto total. La Guerra de Treinta Años ha sido descrita como una de las más destructoras guerras de la historia. Newman observa que:

No se puede estimar la cantidad de vidas destruidas en la Guerra de Treinta Años. Si tomamos en cuenta las multitudes que murieron de hambre, los cientos de miles de mujeres y niños que murieron en el saqueo y la destrucción de poblados y ciudades, la pérdida de civiles: la cantidad de muertos asciende a muchos millones. Al inicio de la guerra en Bohemia había una población de dos millones de los cuales ocho décimas eran protestantes; al concluir la guerra había 800,000 católico-romanos y ni un solo protestante. Juntando a Alemania y Austria, podemos afirmar que la población se redujo a la mitad, si no es que a dos terceras partes... (p.410).

A un ejército de 40,000 se dice que le seguía una asquerosa población civil de 140,000 personas. Al desplazarse esta miserable coalición destruía todo lo que había a su paso. Tanto la agricultura como los negocios desaparecieron e imperó la desolación. Muchos que no murieron en la guerra quedaron condenados a la hambruna y a la peste.

La paz de Westfalia en 1648.

Con este breve fondo podría verse en su propia perspectiva la paz de Westfalia. La paz había llegado a ser un recurso. La sobrevivencia demandaba que los antagonismos religiosos viviesen y dejasen vivir. El deseo de proselitar se extinguió por un bendito período de tiempo. Europa ya no podía darse el lujo de la intolerancia. Había destruido naciones, había desolado los campos y había diezmado a la humanidad. Para que sobreviviese la civilización no había alternativa sino la paz. Aunque las convicciones religiosas permanecían fuertes, se vieron opacadas por la convicción de que si continuaba el conflicto sería suicidio.

La aplicación.

Es inevitable preguntarse si las horrendas circunstancias no garantizan otra vez un cambio de nuestra forma de pensar. El mundo cristiano tiene grietas y se desgarra por la increíble disputa, sin embargo todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión (Proverbios 16:2). No hay siquiera un solo bando dentro del cristianismo que sea inmune a las toxinas de la desconfianza y el temor. Hemos estado tan preocupados con nuestros conflictos internos que ya no tenemos energías para salir a evangelizar al mundo. Así de infestado está nuestro planeta con tres billones de almas que no han oído de la salvación que Jesús ofrece. Estamos plagados de hambrunas, pestes, odio y guerras. Las naciones marchan hacia una guerra nuclear y la iglesia ya no puede permitirse la indulgencia del lujoso odio.

Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él (I Juan 3:15).


Preguntas para reflexionar-Lección seis.

1. ¿Existe alguna relación entre la muerte de Abel por Caín y la muerte de Jesús por los judíos?

2. ¿Cómo podía pensar Pablo que rendía servicio a Dios al matar a los cristianos?

3. ¿Cuál bando tuvo razón en la revuelta de los campesinos?

4. ¿Qué significa ser protestante?

5. ¿Existe diferencia entre matar a un mahometano y matar a alguien que se dice ser cristiano?

6. ¿Cómo es que alguien que odie a su hermano se constituye en asesino?

7. ¿Ve usted algo en el cristianismo moderno que parezca odio?