SOLUCIONES SIMPLES

Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo (II Corintios 11:3, La Biblia de las Américas).

Naamán fue un leproso. Sus problemas de salud habían desconcertado a la medicina. Ningún médico pudo prescribirle algún medicamento.

La palabra del Señor llegó a Naamán por conducto del profeta Eliseo: Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio (II Reyes 5:10).

Lo sencillo de la solución hizo que pareciese insatisfactoria a Naamán. Las Escrituras registran:

Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado (II Reyes 5:11-12).

Sus criados se le acercaron para convencerlo: ...Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? (II Reyes 5:13).

Naamán escuchó el consejo, descendió y se lavó en el Jordán y su carne se volvió como la carne de un niño.

Un mundo corrupto.

Vivimos en un mundo corrupto. Los malos no sólo han ido de mal en peor, sino que sus capacidades de hacer el mal se han incrementado enormemente debido a los inventos modernos. Por primera vez en la historia del mundo, el hombre tiene las armas y la tecnología para aniquilar a la raza humana. Ante los llorosos ojos de los ángeles, el destructivo monstruo de la guerra avanza estruendosamente, teñido en sangre, sobre sus putrefactas víctimas. Chupa las riquezas de las naciones y deja a las vastas multitudes en un vil y precario desespero. Arrebata la comida de la boca de los hambrientos niños para comprar bombas y municiones para mutilar, incapacitar y destruir. Agita las llamas del odio y la venganza, para ennegrecer las páginas de la historia con atrocidades inimaginables. Promueve y perpetúa la hostilidad y la represalia. Viola el corazón y le roba al alma su virtud.

Las sofisticadas armas de la segunda guerra mundial se han ido desechando sistemáticamente por obsoletas y anticuadas. Los billones de pesos que se invirtieron en estas armas militares ya empiezan a oxidarse en las miles de hectáreas que el gobierno estadunidense tiene para la chatarra. Mientras tanto, los mostruos de la hambruna y de la deficiencia vitamínica acechan, como lobos rapaces, a nuestro hambriento mundo. Doce mil personas mueren de inanición diariamente y miles más quedan ciegos, inválidos o enfermos.

Pero la guerra sólo es uno de los múltiples problemas en el gran repertorio de los errores mundiales. En torno a ella gira un sinnúmero de calamidades y un millón de sufrimientos que no admiten descripción alguna.

Una iglesia dividida.

En medio de gran mortandad y confusión de un mundo perdido, se encuentra la dividida e impotente iglesia. No importa como lo vea usted, pero los discípulos de Cristo del siglo veinte no se caracterizan por amarse unos a otros. Mientras perecen tres billones de preciosas almas sin la gracia salvadora de Jesús, nosotros convocamos a un congreso teológico para debatir el costo de la admisión. Mientras millones de desesperanzados hombres ni siquiera han oído de Cristo, nosotros formamos nuestras tropas para conjugar un verbo difícil o para discutir diferencias carentes de importancia. Hemos tomado la espada del Espíritu, que Dios hizo para combatir al diablo, y la empleamos para herir y censurar inmisericordemente a nuestros hermanos.

Los que están fuera del cristianismo observan que estamos inmersos en el caos. Nos miran perplejos cómo enarbolamos nuestras banderas de sectarismo para apoyar los lemas y consignas denominacionales. Un turista de Nepal me dijo que adoramos a muchos dioses. El llegó a esta conclusión porque rendimos culto en muchos santuarios. Su pasado lo hizo creer que cada deidad exigía un edificio y alabanza en particular. Traté de explicarle que cada denominación adoraba al mismo y único Dios, pero no creo que se haya convencido. Entre más medito en ello, menos me convenzo yo mismo.

La sencillez en Cristo.

Pablo puso sobre aviso a los corintios que, por su astucia, el diablo podría corromperlos de su sencillez en Cristo. Hay dos palabras griegas muy interesantes en este versículo.

La palabra "astucia" viene de "panourgia". La palabra "pan" significa "todo" y "ergon" quiere decir "trabajo". Así que "panourgia" literalmente significa "trabajando con todo". En otras palabras, el diablo hará todo lo que esté a su alcance para que nos apartemos de la sencillez que hay en Cristo. El, definitivamente no tiene escrúpulos y cuando suponemos que sabemos cómo actuar, ignoramos su falsedad.

La palabra "sencillez" viene de "haplous" que significa ser "único" o "simple" en contraste a "diplos" que significa doble.

La aplicación inmediata de este versículo incluyó a los falsos maestros que procuraban sacar ventaja de la iglesia de Corinto. Eran como "vendedores ambulantes o propagandistas" que pregonaban sus mercancías en el mercado de ideas religiosas (II Corintios 2:17): "Pues no somos como muchos, que comercian con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo" (La Biblia de las Américas). Eran "falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo" (II Corintios 11:13). Carecían de la sencillez de la sincera integridad para adherirse a un principio, pues se caracterizaban de ser duples al escurrirse o apartarse de los temas y buscar proyectar su propia imagen. Los ríos serpentean porque su cauce se va por lo más fácil, rodeando los obstáculos, y, así es también como se corrompen o serpentean los seres humanos.

La palabra "sencillez" también se usa para describir la generosidad de los macedonios y los corintios. En II Corintios 8:2 se traduce como "generosidad", y en el 9:11, 13 aparece como "liberalidad". Se refiere a una devoción inmutable y sincera que impulsaba a estos cristianos a dar más allá de sus posibilidades. Los macedonios eran muy pobres, pero su confianza ciega e inmutable en Jesús causaba que diesen "más allá de sus fuerzas" (II Corintios 8:1-5). Su profunda pobreza los hizo pedirle a Pablo, "con muchos ruegos", que les permitiese el privilegio de participar en este generoso regalo en servicio a los santos.

Es esta sencillez, entonces, la que Pablo teme sea corrompida. Una vez que usted encuentra a alguien que considera a Dios sobre todas las cosas con esta clase de fe e integridad, usted se preguntará, cuánto tiempo pasará antes de que algún adulador se presente para seducirlo hacia un planteamiento más convencional del cristianismo. Mucho testimonio brillante ha sido manchado por la dualidad, y se ha oscurecido por la influencia "ensanchadora" de los que ponen en tela de juicio la sabiduría de tomar literalmente el cristianismo.

Una carta entristecedora.

Hace algunos meses recibí una serie de estadísticas entristecedoras. 5,500 congregaciones tuvieron, en un período de seis años, sólo un incremento de 5,373 miembros. Fue evidente una desastrosa merma de predicadores, y muchas iglesias desaparecían al tiempo que iniciaban otras. De 21 iglesias locales que participaron en un concurso bíblico, sólo tres tuvieron más miembros que el año anterior. Uno de cada cuatro ministros dejaron de serlo, y uno de cada ocho ministros cristianos abandonaron completamente el ministerio.

La carta concluyó así:

Tenemos predicadores desalentados, ancianos confundidos y diáconos desorientados. Muchos buscan respuestas y otros se preguntan: ¿qué estamos haciendo? ¿Nos dirigimos hacia algún lado? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Muchos sentimos que, por años, hemos estado enfrascados en la rutina, sin enfrentar el problema.

Mi respuesta fue franca y sencilla. Si los hermanos mencionados en tal carta no se caracterizan por su amor unos a otros, tal vez hemos puesto el dedo en la llaga.

No importando sus puntos de vista personales en cuanto al amor, es innegable que éste fue de suma importancia para Jesús. Cuando se le preguntó en cuanto al mandamiento más grande, dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas". Prosiguió a decir que el segundo más grande mandamiento es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Marcos 12:30-31). Las instrucciones finales de Cristo a sus discípulos fueron que la gente sabría de la vinculación con él si ellos se amaban unos a otros (Juan 17:21-26; 13:35). ¡Pero, qué lástima! ¡Tal solución es demasiado simple, por lo que muchos se niegan a aceptarla!

Una historia entristecedora.

Una de las más entristecedoras historias que he leído fue en cuanto a la vida del Dr. Ignox Phillip Semmelweis. El nació en 1818 y murió en 1865. Lo que a continuación diré fue tomado de su biografía, The Cry and the Covenant, escrita por Morton Thompson.

Se dice que fue el Dr. Semmelweis quien hizo más por las madres de este mundo que ningún otro, claro, después de Jesucristo. Fue él el primero en la historia en asociar acertadamente la contaminación física con la fiebre puerperal.

En aquella época de ignorancia, un médico empezaba su rutina diaria yendo a la morgue para practicar las autopsias de las personas fallecidas dentro de las 24 horas anteriores. Luego, sin lavarse las manos, revisaba la pelvis de las mujeres embarazadas. Una de cada seis mujeres moría al dar a luz.

El Dr. Semmelweis empezó a asociar tales exámenes con las fatales infecciones de la fiebre puerperal. Colocó vasijas con cloro en el hospital donde él trabajaba para que los médicos se lavasen antes y después de cada revisión. Se redujeron las muertes, pero el Dr. Semmelweis perdió su empleo y sus vasijas fueron a dar al basurero.

Se cambió a Budapest, y nuevamente estableció la práctica de que los médicos se lavasen las manos. Nuevamente perdió su empleo y sus colegas se mofaron de él.

Abrió su propia clínica, y en once años nacieron en ella 8,537 bebés y sólo murieron 184 madres. Incorporó estas cifras en un libro titulado The Etiology, the Concept and the Propylasis of Childbed Fever (La etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal). Gastó mucho vigor y esfuerzo defendiendo su postura y respondiendo a objeciones mediante estadísticas. ¡Casi nadie le creyó!

El 15 de junio de 1848, ante una sociedad médica de Europa, dijo:

Ante ustedes, por tres ocasiones, he demostrado ya que la fiebre puerperal es causada por materia en descomposición en una herida. He demostrado que es una piemia, es decir, pus en la sangre. He demostrado que un hombre puede infectar a una mujer con esta piemia y también un hombre a otro hombre -y de la misma causa murió Kolletschka. He demostrado que puede aparecer después de una cirugía o de un alumbramiento ya sea en una mujer embarazada o en una que no lo esté. He comprobado que puede prevenirse, y cómo hacerlo. He comprobado con hechos, registros, experimentos y con seres humanos lo que he dicho. He discutido mucho. Pero señores, mientras nosotros discutimos, las mujeres mueren. Los médicos las están matando. No hay clínica donde éstas no mueran de fiebre puerperal. También sus niños mueren con ellas. Sin embargo, nosotros discutimos. Discutimos interminablemente. No es necesario discutir. No pido algo que conmueva al mundo. Sólo pido que se laven las manos. ¡Señores, en nombre de la piedad, dejen ya de matar madres! ¡Lávense! Laven todo lo que toque al paciente. ¡Dejen de matar! ¡Por el amor de Dios, lávense!

¡No le creyeron! Desesperado, imprimió volantes y los repartió en las calles. Antes de que lo condujesen a un asilo, corrió a la morgue y después de haberse cortado un dedo, lo metió en la cavidad abdominal de un cuerpo en descomposición. Murió a los 47 años en el asilo. Su mano estaba putrefacta y la agonía de mil mujeres se dejaba escuchar en sus oídos. Su hijo Bela se suicidó a los 25 años porque nadie le creyó a su padre.

Antes de morir, el Dr. Semmelweis escribió para la raza humana:

Mi tristeza, al recordar el pasado, sólo se disipa al mirar el feliz futuro cuando la fiebre puerperal ya no exista más ni en los hospitales, ni fuera de ellos, ni en todo el mundo...

Pero si no se me concede ver ese tan soñado momento, que ruego a Dios me permita ver, mi convicción de que llegará tarde o temprano, es lo que me alentará a la hora de mi muerte.

Conclusión.

Lamento profundamente los errores y deficiencias de este tratado sobre el amor. Los que se expresan y organizan mejor, sin duda alguna, presentarían el caso con mayor fuerza y claridad. Sólo diré que lo he intentado. Ruego que el bendito Espíritu Santo magnifique este pequeño esfuerzo, convirtiéndolo en un monumento de alabanza a la causa de Cristo y que apresure el día cuando los hombres vuelvan "sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces" (Isaías 2:4). Si no se me permite ver ese feliz momento, el cual he estado rogando a Dios me permita contemplar, mi convicción de que llegará tarde o temprano, es lo que me alentará a la hora de mi muerte.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros (Palabras de Jesús registradas en Juan 13:35).

Preguntas para reflexionar-Lección trece.

1. ¿Habría tenido más impacto el cristianismo si Jesús hubiese escogido sus apóstoles de entre la gente más preparada secularmente en vez de haberlo hecho de entre los considerados "hombres sin letras y del vulgo"?

2. ¿Cómo ciega Satanás la mente de los incrédulos? (II Corintios 4:4)

3. ¿Mejora o empeora el mundo? ¿Por qué?

4. ¿Qué influencias del mundo moderno obstaculizan el amor fraternal?

5. ¿Quién no estaría de acuerdo que todos los cristianos, de pronto, empezasen a amarse unos a otros como lo ordenó Cristo?

6. ¿Cómo empezaría usted una campaña personal sobre amar a la hermandad?

7. Si usted muriese hoy, ¿qué sería lo más importante que sus familiares y amigos recordaren de usted?