¿QUE ES LA FE?

Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven (Hebreos 11:1, versión Reina-Valera, 1909).

Hemos dicho mucho que la Ley es un ayo que nos conduce a Cristo para que podamos ser justificados por la fe. En verdad parece apropiado formularse la pregunta ¿Qué es fe?

Las Escrituras se refieren a la fe como la sustancia de las cosas que se esperan. La palabra griega para sustancia es hupostasis. La palabra hupo significa debajo de y la palabra stasis significa pararse. Por lo tanto, hupostasis es aquello que está debajo de o que es el fundamento. Thayer dice que se refiere a la cualidad o naturaleza sustancial de una persona o cosa.

La palabra hupostasis se encuentra otras dos veces en la carta a los Hebreos. En Hebreos 1:3 se dice que Jesús es la imagen misma de la persona de Dios, quien es la sustancia. La palabra hupostasis usada aquí en cuanto a Jesús es fundamental para nuestro entendimiento de Dios. El es la imagen misma de la cualidad o naturaleza de Dios.

La palabra vuelve a usarse en Hebreos 3:14 donde en la versión Reina-Valera, 1960 se traduce como confianza. Somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio. Esto nos provee de un interesante juego de palabras, porque en realidad la fe es el verdadero fundamento del cristianismo. Es la sustancia o realidad de lo que esperamos.

Además de ser la sustancia, la fe es también la demostración. Es la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración o evidencia de las cosas que no se ven.

La palabra griega traducida como demostración es elegcos que ha sido definida como una demostración de la CERTIDUMBRE de las cosas MEDIANTE argumentos certeros y razones indubitables.

Dios nos ha dado diversas maneras para comprender el mundo a nuestro alrededor. Podemos ver, palpar, saborear, oir y oler las cosas físicas o materiales. Pero éstas son temporales. Las cosas que vemos pasarán finalmente. Las cosas a las cuales la mayoría de la gente está dedicando su vida son pasajeras. Algún día estas cosas pasarán con grande estruendo y ardiendo serán deshechas (II Pedro 3:7, 10). Mientras tanto están sujetas al moho y a la oxidación y están en constante peligro de ser robadas.

Son las cosas que no vemos las que son eternas. Estos tesoros son los que ni el moho ni el orín corrompen y las que los ladrones no minan ni hurtan (Mateo 6:19).

La fe es la antena mediante la cual establecemos contacto con el mundo invisible.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (Hebreos 11:3).

Todo esto suena ridículo al grado de que, para el siglo XXI, tendremos que tener una motivación mucho muy fuerte para querer abandonar el mundo físico que nos rodea y arriesgar nuestras vidas y destino eterno en algo tan nebuloso y difícil de definir como la fe.

Este es precisamente el propósito de la Ley. Fue diseñada para hacer desesperar al hombre para que nos tornásemos a la fe.

Es como estar atrapado en un barco hundido con sólo unas cuantas horas de oxígeno disponible en el camarote. Usted golpea y grita hasta que queda completamente agotado. Seguramente vendrá alguien, se dirá usted mismo, pero nadie acude. Por último, virtualmente se le acaba el aire. No sabe si pueda sobrevivir abriendo la puerta y nadar hacia la superficie. La distancia puede ser demasiado enorme. Puede que haya obstáculos que lo atrapen en el trayecto. Puede que haya cables y alambres con los cuales llegue a enredarse. No sabe si pueda lograrlo o no, pero cada vez más es obvio que tiene que intentarlo.

Así es como muchos buscan la fe en Dios. Aquellos que entienden la total desesperanza y futilidad de la salvación mediante la Ley han tenido que intentar algo.

Nuestra condición es como la de los leprosos que se morían de hambre durante el sitio de Samaria. Finalmente dijeron, ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? (II Reyes 7:3). No tenían muchas opciones, pero sí sabían que era mejor intentar cualquier otra cosa que lo que estaban haciendo.

Su audaz decisión de entrar al campamento sirio les proveyó de una bonanza más allá de toda esperanza. Nunca soñaron que arriesgando tan poquito los mejoraría tanto.

Así también con los que se atreven a abandonar la justicia de guardar la Ley para atreverse a exponerse al principio de la justificación por fe. El tesoro de esos leprosos palidece de insignificancia cuando recordamos que por la fe Abraham llegó a ser heredero del mundo (Romanos 4:13). Por la fe podemos llegar a ser hijos de Abraham y herederos según la promesa (Gálatas 3:29).

EL PODER DE LA FE EN EL PASADO

La fe no es sólo un principio celestial que abre las puertas y aceita las bisagras de castillos en el aire en la gloriosa ocasión futura. La fe ha estado viva y vibrante en cada época de la historia de la humanidad. Existió siglos antes de que se diese la Ley y todavía existe siglos después de que la Ley ha sido clavada en la cruz.

Es fácil para nosotros documentarnos en cuanto a lo que la fe ha hecho en el pasado. Se nos da un resumen en Hebreos 11:

Por la fe los antiguos y Abel agradaron a Dios.

Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte.

Por la fe se salvaron Noé y su familia, mientras que el mundo que les rodeaba tuvo que perecer (II Pedro 3:6).

Por la fe Abraham y Sara concibieron a Isaac en una matriz estéril y fuera de la edad.

Por la fe Abraham creyó que Dios podía levantar a los muertos.

Después de esta breve lista de héroes y heroínas de la fe, se nos informa que por la fe,

...conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debididad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección (Hebreos 11:33-35).

Nadie que cree en la Biblia tiene duda alguna en cuanto al poder de la fe en el pasado.

EL PODER DE LA FE HOY

Por años tuve un muy estrecho e intolerante panorama acerca de la fe actual. Leí en la Biblia: Así que la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Mi entendimiento de este versículo era rígido y mecánico. Si lo decía la Biblia, lo creía, pero me ponía renuente a permitir que Dios operase fuera del reino de mis percepciones y mi entendimiento.

Estaba como los obreros de la viña que sentían que por parte del padre de familia era injusto pagarle a sus trabajadores el mismo sueldo sin importarle el tiempo que habían trabajado. Para el hombre finito es ridículo intentar sentarse a juzgar a nuestro infinito Dios.

Ahora he llegado al lugar donde se me permite dejar que Dios sea Dios; confesar mi propia ignorancia e incredulidad y postrarme maravillado del poder de la fe la cual creo que está obrando en estos precisos momentos en el mundo en que vivimos.

Lo que ahora digo sin duda que será ofensivo para algunos. Hace varios años atrás habría sido ofensivo para mí. De antemano confieso que el poder de la fe está más allá de mi comprensión. Sólo puedo orar para que mi propia ignorancia e incompetencia no sean tropiezo a nadie.

Hace muchos años Bob Richards escribió el libro intitulado: El corazón de un campeón. Lamento que ya se haya agotado.

La principal idea del libro es que un campeón está provisto del corazón idóneo mas no del cuerpo apropiado. El libro está lleno de emocionantes historias de campeones que se sobrepusieron a debilidades y dolorosos desgarramientos e invalideces para encontrar el camino hacia los libros de los récords. He aquí algunos ejemplos.

Glenn Cunningham sufrió a los cinco años quemaduras tan serias que sus médicos pronosticaron que quedaría inválido. Se sobrepuso al implantar el récord mundial en la carrera de una milla en 1934.

Johnny Fulton fue atropellado por un coche a la edad de tres años. Se fracturó la cadera, el cráneo y se rompió las costillas. También sufrió varias fracturas y lesiones en la pierna. Nadie creía que fuese a vivir, pero creció para correr la media milla en 1:49.5 minutos.

Walt Davis estaba completamente paralizado por la polio a la edad de 9 años, pero llegó a ser campeón olímpico en salto de altura en 1952.

Shelley Mann quedó paralizada por la polio a la edad de cinco años. Se recuperó de su enfermedad e implantó ocho diferentes récords en natación a favor de los Estados Unidos y se ganó una medalla de oro en los juegos olímpicos de Melbourne, Australia.

Howard Connolly ganó el lanzamiento de martillo olímpico a pesar de tener paralizado el brazo izquierdo que se lo había roto 13 veces.

El hombre que ganó la medalla de oro en tiro con pistola en las olimpíadas de 1952, seis meses después de la victoria perdió su brazo derecho. Entrenó los siguientes tres años y medio con su mano izquierda y en 1956 se ganó su segunda medalla de oro. Lo que hace campeón a alguien no son sus brazos sino el corazón.

Tennley Albright tenía lisiadas las piernas y los expertos predijeron que nunca jamás las volvería a usar otra vez. Llegó a ganar el campeonato mundial de patinaje artístico.

Bill Nieder rompió el récord mundial en lanzamiento de bala después de que los médicos le dijeron que las múltiples operaciones de su rígida pierna derecha le impedían competir.

Estas sólo son algunas muestras de literalmente miles de experiencias que suceden en la vida. Superficialmente, estas historias parecen no reflejar ningún nexo con la religión. Tengo una enorme convicción, sin embargo, que están vitalmente relacionadas con el vibrante principio de la fe mediante el cual el pecador arrepentido puede encontrar perdón y justificación ante los ojos de Dios.

¡Lo que usted cree tiene asociación directa con lo que realiza!

Se ha afirmado que Neil Armstrong creía desde que tenía cinco años que sería el primer hombre que caminaría sobre la luna. Sabemos que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:26). Así que para que su fe llegase a ser realidad, tenía que combinar lo que creía con lo que hacía. Esto es precisamente lo que pasó.

Cuando Neil Armstrong se sentaba a comer, sin duda alguna comía lo que lo hiciese fuerte...para que algún día pudiese llegar a caminar en la luna.

Cuando iba a la escuela lo hacía con mayor determinación que aquellos que no tenían una meta específica en la vida. Mental, física, emocional y espiritualmente su vida fue moldeada por lo que creía. Su fe llegó a ser la realidad de lo que había esperado. Efectivamente fue el primer hombre que caminó sobre la luna.

Napoleon Hill ha dicho que todo lo que la mente humana puede concebir y creer, también puede llevarlo a cabo.

Este es un principio poderoso, y tiene aplicaciones ilimitadas tanto para bien como para mal. La misma fuerza que destruyó a Nagasaki e Hiroshima también puede iluminar a las grandes ciudades y darle volteretas a la industria y a la productividad.

El pecador arrepentido confiesa su fe en Jesucristo y es sepultado con su Señor en el bautismo cristiano (Romanos 6:1-9, etc.). Se salva por su fe, pero no todos tienen el mismo grado de fe. Algunos convertidos pueden mover montañas y otros ni siquiera pueden mover un granito de arena. ¿Quién puede dudar o negar que el grado de nuestra fe es un ingrediente clave en el análisis de nuestro triunfo o nuestra derrota? El mismo principio que lo ayuda a ser un atleta victorioso también lo ayuda a ser un cristiano triunfador.

Paul Cho es pastor de la congregación más grande en el mundo. Hace algunos años los miembros de esa congregación se atrevieron a creer que Dios era capaz de concederles mil convertidos mensualmente durante todo el año. Esta no era alguna presunciosa cifra sacada del aire. Era una convicción seria que se llegó a ella en oración tan intensa que el pastor Cho creyó que él y su rebaño habían entrado a una cuarta dimensión. Lo que creyeron firmemente los capacitó para alcanzar el objeto de su fe. Ellos, en verdad, sí tuvieron los 12,000 convertidos durante el año. En la actualidad están teniendo casi la misma cantidad de convertidos cada mes.

Para los que tienen oídos para oir, oigan lo que dijo Jesús. El es Dios manifestado en carne y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:3, 14-15).

...si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible (Mateo 17:20).

...tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá (Marcos 11:22-24).

...si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería (Lucas 17:6).

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente...(Juan 11:25-26)

Estas Escrituras fácilmente podrían multiplicarse. Cada una debería ser estudiada en su propio ambiente y contexto bíblico, pero, por favor, no cometa el error de malinterpretar y disculpar el poder de la fe dando explicaciones.

CREYENDO EN VANO

Las Escrituras enseñan que es posible creer en vano (I Corintios 15:2).

Zig Ziglar nos narra la hisoria de un hombre llamado Víctor Seribriakoff. A la edad de 15 años se le animó a que abandonase la escuela y aprendiese un oficio. Por 17 años trabajó como elaborador de itinerarios de viajes y haciendo una gran variedad de trabajos. A la edad de 32 años se le aplicó una prueba y se le encontró con un coeficiente intelectual de 161. Firmemente convencido de su inteligencia empezó a escribir y llegó a ser hombre de negocios y registró patentes. Hasta llegó a ser director de la International Mensa Society, un grupo tan selecto que no admite a nadie con coeficiente intelectual menor a 140.

El principio de la fe es capaz de aplicaciones infinitas. Usted puede utilizarlo para ganar medallas olímpicas, hacer fortunas millonarias o transformarse de un fracasado mundanal a alguien de grandes logros y fama brillante.

Todos estos logros terrenales sólo son un ejercicio de futilidad. Finalmente, pasarán con grande estruendo y ardiendo serán deshechos (II Pedro 3:10).

La única aplicación válida y eterna de la fe es la que envuelve a la justificación. Esto significa que muy en el fondo de nuestros corazones creemos que el milagro de los siglos ya se ha llevado a cabo. Esto quiere decir que creemos que al infinito Dios Creador se le ha de permitir morar en nuestros cuerpos y hacer de nuestros corazones el arca de su Nuevo Pacto. Significa creer que Jesucristo ha llegado a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y que hasta ahora se encuentra intercediendo a nuestro favor en la presencia de Dios y de los santos ángeles.

Si usted ha llegado a creer esto, entonces la Ley de Moisés ha cumplido su propósito. Dios la destinó para que sea un ayo que nos conduzca a Cristo para que pudiésemos ser justificados por la fe.

Si usted tan sólo usa su fe para hacerse millonario o para llegar a ser un atleta triunfador, entonces, su fe ha sido realmente vana. El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha pues no sólo tiene promesa de la vida presente, sino también de la venidera.

LANGOSTAS

Cuando los hijos de Israel enviaron espías para explorar la tierra de Canaán, regresaron diciendo: ...y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas...(Números 13:33).

Ciertamente este análisis no era una manifestación de fe. De hecho, fue una absoluta distorsión de la realidad. Todos sabían que había gigantes en la tierra. Nadie dudaba eso en lo más mínimo. Los indrédulos espías tenían un problema de autoimagen. Ante sus propios ojos se consideraban tan insignificantes y deficientes que se atribuyeron a sí mismos una condición o nivel inferior al humano.

Antes que viesen a los gigantes eran gente normal. Después de haberlos visto todavía eran gente normal, pero se cosideraban a sí mismos sólo langostas.

Los gigantes siguieron siendo del mismo tamaño; las ciudades amuralladas continuaron siendo del mismo tamaño; los higos, las granadas y las uvas permanecieron del mismo tamaño e incluso los espías mantuvieron la misma estatura. El problema radicaba en su propia percepción de sí mismos.

Mientras reconsideramos esta historia bíblica, es bueno recordar que a Dios no le agradan los reportes negativos. Cuando esos espías incrédulos regresaron con su langosta distorsión de la realidad, no sólo firmaron su propia sentencia sino también la fatalidad de una nación incrédula.

Esto nos conduce a nuestra propia percepción de nosotros mismos. Como esposa de Cristo, ¿debemos subestimarnos? ¿Debemos los ciudadanos del cielo pasar por la vida abatidos y como unos agachados? ¿Debemos enlutarnos por las deprimentes circunstancias a nuestro alrededor y quejarnos de que no somos sino langostas también?

¡Cuánto mejor vivir una vida de fe, creer que no importa lo que pase, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó! Nuestro Omnipotente Dios es capaz de hacer que todas las cosas ayuden a bien no importando las circunstancias. El es capaz de hacer mucho más de lo que pedimos o pensamos y nos ha prometido que nunca nos desamparará ni nos dejará (Romanos 8:28-37; Hebreos 13:5; Mateo 28:20).

Cuando creemos...de veras creemos estas promesas, trascendemos este mundo físico a nuestro alrededor y hacemos compañía a esos héroes y heroínas de la fe de los cuales el mundo no es digno. Es la Ley la que ayuda a conducirnos a este glorioso triunfo en Cristo: Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (I Juan 5:4).

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿En qué forma son solamente temporales las cosas que vemos (II Corintios 4:18)?

2. ¿Cómo puede la fe ser la sustancia (Hebreos 11:1?

3. ¿En qué época ha de ser más poderosa la fe: en el pasado, en el presente o en el futuro?

4. ¿Cómo afecta lo que uno cree a lo que se alcanza?

5. ¿Qué relación tiene la fe con la Palabra de Dios (Romanos 10:17)?

6. ¿Es posible creer alguna cosa sobre la cual no habla la Palabra de Dios?

7. ¿Qué es lo que uno tiene que creer para ser salvo?

8. ¿Qué quiere decir creer en vano (I Corintios 15:2)?

9. ¿Es posible ser humilde y a la misma vez creer que puede hacer todas las cosas a través de Cristo que le fortalece (Filipenses 4:13)?

10. ¿Es posible para alguien salvarse aunque no crea que es salvo?