¡CUIDADO!

Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas (Hechos 13:40).

Nadie puede dudar o negar que Pablo defendió la causa de la justificación por la fe. Tiene mucho que decir acerca de la salvación por gracia, y del amor y la misericordia de Dios.

En consecuencia, algunos podrían sorprenderse de encontrar los sermones y escritos de Pablo repletos de advertencias contra aquellos que rechazaban la gracia de Dios y pisoteaban la sangre del pacto (Hebreos 10:26-29).

El pasaje de Hechos 13:40 es parte de un sermón que Pablo predicó en Antioquía de Pisidia. Ese mensaje sobre la gracia y el amor fue concluido con una severa advertencia -¡Mirad! (Hechos 13:40-41).

La cita que Pablo usó es Habacuc 1:5. Indicaba que Dios iba a hacer algo a Israel que no lo creerían aun cuando alguien se los contase.

Dios determinó levantar a los caldeos, nación cruel y presurosa, para castigar al pueblo de Israel.

Los caldeos eran formidables y terribles. Sus caballos eran más ligeros que leopardos y más feroces que lobos nocturnos. Sus jinetes vendrían de lejos como águilas que se apresuran a devorar. Los que pueden imaginarse a un voraz como el leopardo, el lobo o un águila despedazando a su presa, tendrán un agudo discernimiento del juicio que Dios habría de hacer pasar sobre su pueblo que lo rechazó.

¡Ah, sí!, dice usted. Eso es del Antiguo Testamento. ¡Indudablemente Dios nunca haría algo semejante ahora! ¡Cuán errado está! Este es el MERO punto de la advertencia de Pablo. Los ejemplos de la ira de Dios en tiempos antiguos son usados como herramientas de enseñanza para conducirnos a Cristo para que podamos ser justificados por fe (I Corintios 10:6-11; Gálatas 3:23-27).

El escritor de Hebreos llegó tan lejos al decir,

El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:28-29).

Antes de la creación existía sólo Dios. No había nadie que se rebelase o que de algún modo desafiase su soberanía.

Con la creación también vino la rebelión. El hombre no fue hecho un robot sin capacidad de determinar el curso de su propio destino. Fue creado a la imagen misma de Dios. Tenía el derecho de burlarse de la Deidad e intentar hacerse el centro del universo en lugar de Dios.

Las Escrituras enseñan que Dios será nuevamente todo en todos (I Corintios 15:28). Algún día destruirá todo vestigio de rebelión y una vez más ser todo en todos.

El juicio ya viene, mientras tanto Dios sabe cómo librar de tentación a los piadosos y reservar a los injustos para el castigo. Lo demostró cuando destruyó al mundo antiguo y salvó a Noé con su familia. De nuevo lo demostró cuando destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra y libró a Lot (vea II Pedro 2).

La primera vez hizo perecer en agua al mundo antiguo, pero la segunda vez lo hará con fuego (II Pedro 3:5-7).

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas (II Pedro 3:10).

¿TRAICION?

Casi puedo sentir que algunos de ustedes se sentirán defraudados con este último capítulo. Han estado intrigados por un enfoque de que Dios no es legalista, y ahora usted siente que le estamos ofreciendo más de lo mismo.

Pues esto no es así, y puedo animarle a que me tenga paciencia mientras trato de esplicárselo.

La Ley de Moisés condenó a la gente basada en sus acciones externas. No hubo forma de que los jueces pudiesen analizar o determinar la condición del corazón del hombre.

Dios, en cambio, discierne los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Es por ello que se nos da a David como ejemplo de alguien cuyas iniquidades son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. El fue un varón conforme al corazón de Dios (Hebreos 4:12; Romanos 4:7; I Reyes 15:3-5).

En una ocasión fueron condenados Jesús y sus discípulos por comer sin lavarse las manos. Jesús tomó esta oportunidad para explicar que las cosas que le pasan externamente a uno no pueden contaminarlo. Las cosas que contaminan son las que salen de dentro.

Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. TODAS ESTAS MALDADES DE DENTRO SALEN, Y CONTAMINAN AL HOMBRE (Marcos 7:21-23; Mateo 15:1-20).

La Ley de Moisés condenaba a la gente por sus actos externos, pero el juicio final no sólo considerará los actos del cuerpo, sino también los secretos del corazón de los hombres.

LOS SECRETOS DE LOS HOMBRES

En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio (Romanos 2:16).

Cuando el pueblo de Israel acudía al tabernáculo o al templo para adorar, podía pasar por todas las mociones de la religión sin un espíritu pobre y humilde.

Isaías escribió específicamente respecto a este problema:

El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo. Y porque escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones (Isaías 66:3).

El antiguo pacto envolvía lo externo. Usted podía pasar hipócritamente por todas las actividades de culto. Podía honrar a Dios con sus actos y sus labios mientras el corazón estuviese lejos de él.

Sin embargo, el nuevo pacto no es en Jerusalén, sino más bien en el corazón de todo creyente verdadero. El deshonrar a Dios en nuestro corazón es el crimen más grande que podemos cometer.

Ananías y Safira nos proveen un buen ejemplo de un corazón corrupto. En lo EXTERNO no hicieron nada ofensivo, pero sus corazones no ERAN rectos para con Dios. Observe la forma en que las Escrituras enfocan la fuente de la contaminación y corrupción de ellos:

...¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo...? (Hechos 5:3).

...¿por qué pusiste esto en tu corazón?...(Hechos 5:4).

O considere el caso de Simón el mago:

...tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón (Hechos 8:21-22).

Cuando la gente de Roma rechazó la gracia de Dios, Pablo se acordó de las siguientes palabras de Isaías:

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oidos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane (Hechos 28:27).

¡EL JUICIO FINAL DE DIOS JUZGARA LOS SECRETOS DE LOS CORAZONES DE LOS HOMBRES!

EL SERMON DEL MONTE

Antes de considerar la forma en que el sermón del monte recalca la importancia de un corazón puro, consideremos estas palabras de Jesús sobre su cumplimiento de la Ley.

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de los mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:17-20).

El sermón del monte no fue sólo un sermón que Jesús haya pronunciado y nunca repitiese, fue representativo de la forma en que enseñó todo el tiempo.

Es, por lo tanto, apropiado que Jesús estableciese su enseñanza como cumplimiento del eterno plan de Dios, antes que cualquier doctrina herética contraria a ese plan.

Varias veces aparece la palabra cumplir en el evangelio de Mateo. He aquí algunos ejemplos anteriores en el libro, que nos ayudarán a enfocar qué quiso decir el Espíritu Santo con cumplimiento de la Ley.

El viaje de Cristo a Egipto hasta la muerte de Herodes cumplió la profecía de Oseas (Mateo 2:15). La matanza de los niños en Belén cumplió la profecía de Jeremías (Mateo 2:17). El hecho de que Jesús morase en Nazaret cumplió la profecía que él sería llamado nazareno (Mateo 2:23). El ministerio de Jesús en la frontera de Zabulón y Neftalí cumplió la profecía de Isaías (Mateo 4:14).

Entonces se nos informa que Jesús no vino para abrogar la ley, sino para cumplirla.

La Ley del Señor es perfecta. Lo cierto es que no tenemos derecho o razón de criticar la ley de Dios.

También las profecías de Dios son perfectas. No tenemos derecho de criticarlas.

Pero la Ley y las profecías permanecen incompletas si no se cumplen. En sí mismas son parciales e inadecuadas. Cuando se llenan de la plenitud de Cristo, cobran nueva belleza y significado.

El propósito de la Ley, como lo hemos declarado tan frecuentemente, fue traernos hacia Cristo para que pudiésemos ser justificados por un principio que trasciende la Ley carnal...ese trascendente principio es la ley de la fe.

Muchos de los judíos, sin embargo, se casaron con la Ley como si ella hubiese sido un fin en sí misma, en vez de un medio hacia el fin. Esto sólo puede llegar a hacerse al deformar o pervertir el propósito básico de la Ley.

Por eso Jesús tuvo singulares advertencias contra los que violasen alguno de los más pequeños mandamientos. La palabra griega traducida violar viene de luo que significa desatar o aflojar. No es una flagrante confrontación con la ley, sino más bien un holgado infringimiento de la misma lo que Jesús condenó.

Los escribas y fariseos son ejemplos perfectos que deben evitarse. En lugar de que afrontasen el total impacto de la Ley y admitiesen su total culpabilidad y destitución, aflojaron la Ley para poder vivir con ella. Estas tradiciones que ablandaron la Ley de Dios en realidad hicieron que la Palabra de Dios careciese de efecto (Marcos 7:13, etc.).

La razón por qué no acudieron a Cristo estos hombres para que pudiesen ser justificados por la fe es que habían pervertido el propósito de la Ley y habían establecido una justicia propia. En vez de ser humildes por su delito contra la Ley, se enorgullecieron y se creyeron muy justos y buenos.

Ya que los fariseos como Saulo de Tarso, se consideraban sin culpa en relación a la justicia de la Ley, no tenían por qué acudir a Cristo para que pudiesen ser justificados por la fe.

Es necesario que toda persona reconozca que está perdida, antes de sentir su necesidad de salvación. Ciertamente los seguidores de Jesús tienen que ser diferentes a los escribas y a los fariseos o nunca entrarán al reino de los cielos.

Después de establecer el hecho de que Jesucristo no vino para abrogar la Ley, sino para cumplirla, entonces hace la diferencia entre la Ley de Moisés que envolvía solamente lo externo y su Ley que abarca el corazón.

Ustedes han oído, no matarás...pero Jesús enseñó contra el enojo (Mateo 5:21, 22).

Ustedes han oído en cuanto a traer su ofrenda al altar...pero Jesús enseñó la prioridad de la buena relación (Mateo 5:23-24).

Ustedes han oído, no cometerás adulterio...pero Jesús enseñó contra el codiciar a una mujer (Mateo 5:27-28).

Hay toda una serie de contrastes entre lo que ellos habían escuchado y lo que Jesús les decía ahora.

Cada uno de estos contrastes se centra en la condición del corazón. Hay un sentido en el que soy el soberano sobre mi corazón. Siempre y cuando mantenga esta ególatra soberanía soy una lastimera víctima de una sumamente pobre administración.

La cosa más inteligente que uno puede hacer es abrir su corazón y permitir que Jesús entre. Cuando él ocupa el trono de nuestro corazón, experimentamos una transformación tan radical que se le describe en las Escrituras como nacer de nuevo.

¡Rechazar el Señorío de Jesús...es quedar condenado (Juan 3:18, 36)!

UNA INVITACION A LA GLORIA

Dios es eterno -(Deuteronomio 33:27; Salmo 90:2; Apocalipsis 4:8-10),

incorruptible -(Romanos 1:23)

e invisible -(Job 23:8-9; Juan 1:19; 5:37; Colosenses 1:15; I Timoteo 1:17)

Sin intención de empequeñecer a Dios, él es, al menos en algunos aspectos para la familia humana, una abstracción.

El hombre es el único en el mundo de las cosas creadas en tener la capacidad de pensar abstractamente. El hombre puede amar y adorar a Dios aunque éste sea invisible.

Pedro lo expresó hermosamente, ...a quien amáis sin haberle visto...(I Pedro 1:8).

James Strong en su exhaustiva concordancia asocia la palabra griega adoración con la forma en que un perro lame la mano de su dueño. El perro tiene cinco sentidos: puede ver, oir, tocar, gustar y oler. Sin embargo, no posee la capacidad de amar a su dueño a quien nunca haya visto y que no pueda observarlo físicamente.

Al igual que los cielos están muy por arriba de la tierra, así trasciende nuestro infinito Dios el mundo finito en que vivimos. Desde los más remotos momentos del registro histórico, sin embargo, Dios se ha encargado de revelarse. Ha estado tratando de comunicar su naturaleza al hombre a quien creó a su imagen.

Los padres terrenales enfrentan un problema similar mientras tienen en sus brazos a un recién nacido. El bebé, virtualmente carece de capacidad para comprender la mente de su padre aunque, en un sentido, también está procreado a la misma imagen de su padre.

Así Dios, en la infancia del mundo, tuvo al hombre en sus amorosos brazos y trató de enseñarnos su amor. Puesto que fuimos creados a su imagen, quería que entendiésemos su naturaleza y que nos desarrollásemos como hijos suyos para ser como él.

Una palabra que muy frecuentemente se emplea en ralación a la revelación del propio Dios al hombre, es la palabra gloria. Es difícil definir esta palabra porque contiene una dimensión que es abstracta o trascendente.

Por ejemplo: los hebreos salieron de Egipto al estéril desierto del Sinaí. Allí empezaron a murmurar y a quejarse de sus miserables circunstancias. En esta coyuntura el Señor prometió a Moisés que haría llover pan del cielo, y Moisés dijo a los hebreos: ...Y a la mañana veréis la gloria de Jehová...(Exodo 16:7).

Más tarde mientras Aarón hablaba a la congregación: ...miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube (Exodo 16:10).

Es difícil describir o definir exactamente qué pasaba mientras se manifestaba la gloria de Dios a Israel. Quizá fue algo que era más fácil experimentarlo personalmente que describirlo a los demás.

La palabra hebrea que en este pasaje se traduce gloria es la palabra kabob. Proviene de la palabra kabed que significa ser pesado o importante. Esta raíz aparece 376 veces en la Biblia hebrea. Un uso literal de la palabra se encuentra en I Samuel 4:18 donde se nos informa que Elí era pesado...y otra vez en II Samuel 14:26 donde se nos dice que el cabello de Absalón pesaba.

Quizá la asociación de la raíz de esta palabra con gloria no sea totalmente diferente de nuestro propio uso de la palabra pesado en nuestro idioma natal. No sólo nos referimos a un objeto pesado sino también a una experiencia pesada. Por medio de esto comunicamos nuestra propia dificultad con la experiencia. Es pesada o importante y nos hace que requiramos toda nuestra energía mental para abordarla.

Así que la gloria de Dios estuvo presente al darse la Ley en el monte Sinaí (Exodo 24:16-18; Deuteronomio 5:24). El tabernáculo tenía que ser santificado mediante la gloria de Dios (Exodo 29:43). Cuando se erigió el tabernáculo, Moisés no podía entrar en el tabernáculo de reunión porque la gloria de Jehová lo llenaba (Exodo 40:35).

El mismo fenómeno ocurrió en la construcción del templo.

Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová (I Reyes 8:11).

La gloria de Dios apareció cuando la gente se quejó de la falta de agua (Números 20:6-8); cuando Coré, Datán y Abiram fueron destruidos (Números 16:19-35), y cuando Israel estaba en peligro debido al mal reporte traído por los espías (Números 14:10-24, 30). Todas estas fueron experiencias pesadas. Fueron manifestaciones físicas con profundas implicaciones espirituales.

Los hebreos dijeron, ¡gloria!

El versátil idioma griego es remarcablemente inexplícito en cuanto a la palabra gloria. De hecho, 25 diferentes palabras hebreas se traducen en la Septuaginta por la palabra doxa o gloria.

La palabra doxa viene de la raíz dokeo que significa parecer. En el griego secular su significado básico era opinión o suposición. El Dictionary of New Testament Theology pone especial énfasis en la impresión creada por las manifestaciones de la gloria y considera que este aspecto es esencial para nuestro entendimiento del concepto (Vol. II, p. 45).

Así, se nos deja de nuevo a la deriva con una pesada experiencia para meditar y formarse opiniones o conjeturas.

La palabra doxa se encuentra 165 veces en el Nuevo Testamento y sus derivados se usan mucho más veces.

Algunas veces utilizamos la palabra shekinah para referirnos a la presencia de Dios entre los hombres. Shekinah es un término no bíblico que viene de la palabra hebrea para morar. El uso de este término según se aplica a la presencia de Dios, surgió entre los judíos palestinos y babilónicos en oposición a la enseñanza alejandrina de que Dios estaba por encima del contacto y comunicación con lo que era humano o mundano. Se usaba en el Targum y en el Talmud para puentear el vacío entre el cielo y la tierra y fue útil para preparar el camino para aceptar al Mesías quien estaba destinado a glorificar a Dios en la tierra.

El evangelio de Juan nos informa que el Verbo residió temporalmente entre nosotros y vimos su gloria (Juan 1:1-14). Dieciocho veces se encuentra el término gloria en el evangelio de Juan y solamente 23 en Mateo, Marcos y Lucas juntos. Lo mismo que resplandecía del tabernáculo la gloria de Dios, así brilló con tal intensidad la luz de Jesús que la oscuridad no pudo apagarla (Exodo 40:34-35; Números 9:15-16; Juan 1:4-10; 3:19-22; 8:12; 9:5; 12:35-38, 46).

Hubo veces, sin embargo, cuando la luz de Jesús se podía discernir más fácilmente que otras. En sus milagros, por ejemplo, manifestó su gloria (Juan 2:11; 11:40, etc.). En la transfiguración apareció en gloria con Moisés y Elías (Lucas 9:31; II Pedro 1:16-19). Cuando Esteban fue apedreado vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba a la diestra de Dios (Hechos 7:55). Cuando Jesús se apareció a Saulo en el camino a Damasco, éste no veía a causa de la gloria de la luz (Hechos 22:11).

También se da la idea que el sufrimiento de Jesús era para entrar en su gloria (Lucas 24:26). Juan 7:39; 12:16; 13:31-33; 17:1-24 todas se refieren a la muerte de Jesús en conjunción (ligar, reunir) con la gloria. Hebreos 2:9 enseña que Jesús fue coronado de gloria y honra a causa del padecimiento de la muerte. El evangelio de la cruz proclama las riquezas de su gloria (Colosenses 1:20-27; Efesios 1:18). Pablo se gloriaba en la cruz de Cristo (Gálatas 6:14), y Apocalipsis 5:12-13 describe que el cordero que fue inmolado es digno de la gloria.

Las Escrituras hacen muchas referencias a la gloria que se asocia con los cristianos. Hay muchos aspectos de esta gloria que se experimentan mejor de lo que se describen.

Hay una vieja historia de un niño que trataba de describir la dulzura de la miel. Después de varios intentos sin éxito, finalmente ya desesperado, dijo: ¡nada más tienen que probarla ustedes mismos!

Así es con la gloria de recibir a Jesucristo como Señor. Podemos tratar de describir la gloria de su presencia en el tabernáculo o en el templo, pero no podemos conocer personalmente esa gloria hasta que abramos el aposento interno de nuestro corazón y lo invitemos a entrar.

No debe sorprendernos descubrir que los mismos términos que se usan para describir la intimidad de nuestra relación con Jesús son también los mismos que se usan en la intimidad sexual que los esposos experimentan con sus esposas.

Adán conoció a su esposa y ella concibió y dio a luz un hijo. Conocer quiere decir ser tan íntimo hasta producir una nueva vida. De veras que sí necesitamos conocer a Jesucristo como Señor.

Debido a que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, y la mujer es gloria del varón (I Corintios 11:7), la relación sexual nos provee una anticipación a las glorias que se experimentan en los aposentos de nuestro corazón cuando nos desposamos con Jesucristo.

Es en el contexto de la primera carta a los Corintios 6 que se nos amonesta a huir de la fornicación. Dicho comportamiento es totalmente incongruente para aquellos que han hecho de su cuerpo templo del Espíritu Santo de Dios.

Abrir la puerta de nuestro corazón no se hace por accidente, sino mediante decisión deliberada. Por favor considere con mucha oración esta invitación de Cristo.

HE AQUI, YO ESTOY A LA PUERTA Y LLAMO

Usted y yo somos criaturas que hemos sido formadas a imagen misma de Dios. Somos soberanos en nuestro propio mundito. Como un niño que padece autismo, poseemos la capacidad de encerrarnos en este mundo. Podemos apartarnos de todo y de todos los que amenazan nuestros derechos de vivir nuestra propia vida.

La Ley fue dada para señalar la confusión que nos hemos creado para que nos tornásemos a Jesús en busca de ayuda.

Nuestra reacción inicial hacia la Ley es culpar a otro por los problemas en nuestras vidas. Adán culpó a Eva; ésta culpó a la serpiente. Pero las Escrituras enseñan que una persona es tentada cuando de su propia concupiscencia es atraída y seducida (Santiago 1:14). Nuestro problema con el pecado no viene de afuera sino del interior. De dentro proceden los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los crímenes, los robos, la codicia, la maldad, el engaño, la lascivia, etc. (Mateo 12:34-37; Marcos 7:18-23).

Entonces, éste es nuestro dilema. El problema no es externo sino interno. El problema radica en mi propia voluntad. Sin embargo, por mi propia voluntad no puedo sobreponerme a mi voluntad.

La solución a este dilema es muy sencillo. Simplemente abrimos nuestro más recóndito interior y permitimos que entre un ayudante (Gálatas 3:27; Romanos 6:1-14).

¡Jesús mantiene en pie una invitación para hacer justamente eso! Note esta hermosa promesa en Apocalipsis 3:20,

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Esta promesa no es sólo para aquellos que nunca han aceptado a Jesucristo como Señor, sino también para aquellos que estando ya dentro de la iglesia necesitan una mayor porción de gracia para enfrentar la severidad de este mundo de confusión y tentación.

De hecho, las palabras de Jesús en cuanto a estar a la puerta y llamar, inicialmente fueron escritas a la iglesia de Laodicea.

Una de las hermosas palabras usada en nuestra Biblia para describir al Espíritu Santo es parakletos. Se traduce como defensor o consolador pero debe entenderse que la palabra en sí, básicamente se refiere a pedir ayuda. Para significa al lado de y kaleo significa llamar.

Jesús nos recuerda que, si nosotros, siendo malos sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lucas 11:13)?

Literalmente, millones de testigos podrían ser llamados a testificar que nuestro maravilloso Señor hará exactamente justo lo que prometió hacer.

Precisamente la semana anterior pasé tres días con una familia que había enfrentado una gran cantidad de inusitados problemas y luchas. La esposa tiene una enfermedad incurable. Su matrimonio se estaba desplomando. No tenía seguro social. Desesperada, la joven esposa y madre, salió a una carretera solitaria a las 2:00 de la mañana y se cortó una arteria de su garganta.

Dios, quien envía a sus mensajeros para ministrar a aquellos que son herederos de la salvación, envió fuera a un oficial de la ley aquella noche para revisar las placas de los automóviles. Nunca lo había hecho antes y esperaba no tener que hacerlo otra vez, pero aquella noche fue usado por Dios para salvar una vida.

Todavía huyendo del toquido a la puerta de su corazón, ella abandonó a su esposo e hijos y se fue a la Ciudad de Kansas donde encontró trabajo en un hotel. Cuando abrió el cajón de su cómoda para guardar su ropa, se encontró con una Biblia de los Gedeones. Cayó de rodillas y por tres horas no pudo pronunciar palabra alguna.

Finalmente, abrió la puerta de su corazón. Era lo más íntimo de su ser. Hasta esa fecha había sido un territorio privado. Ahora era un revoltijo sin mucho que salvar. Pero Jesús hizo precisamente lo que prometió que haría. Como carpintero de almas, empezó un hermoso trabajo de restauración en una vida deshecha. Estoy agradecido de reportar que vínculos rotos han sido restaurados, la tristeza ha sido reemplazada por la alegría, las sombras de la incertidumbre y el desespero han dado paso a los rayos de un día brillante y a la esperanza de eternas mañanas gloriosas.

Es importante que usted sepa que el amoroso Salvador está parado en el umbral y toca a la puerta de su corazón. Hasta que usted abra y lo deje entrar, toda actividad estará plagada del hedor a muerte y las advertencias de las Escrituras colgarán de su cuello como albatros.

Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas (Hechos 13:40).

De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe (Gálatas 3:24).

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿Cómo puede Dios ser un Dios de amor y también fuego consumidor?

2. ¿Qué función tienen las advertencias en los sermones evangelísticos?

3. ¿Cómo podía decir Pablo que era irreprensible en cuanto a la justicia que es en la Ley (Filipenses 3:6)?

4. ¿Habrá habido algún ser humano común y corriente que haya guardado completamente toda la Ley en su vida?

5. El antiguo pacto fue escrito en piedra y guardado en un tabernáculo terrenal. ¿Dónde se encuentra el nuevo pacto (Hebreos 8:10-13)?

6. Defina gloria en sus propias palabras.

7. ¿Qué asociación hay entre matrimonio y conversión?

8. ¿Cómo pueden llegar a ser templos del Espíritu Santo nuestros cuerpos?

9. ¿Puedo sobreponerme a mi voluntad por mí mismo? ¡Discútase!

10. ¿Habrá personas que se rehúsen a que Jesús gobierne su corazón? ¿Por qué motivo lo harían así?