LA LEY NO REVELA

LA NATURALEZA DE DIOS

Porque cambiando el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley... (Hebreos 7:12).

Porque yo Jehová no cambio... (Malaquías 3:6).

La Ley de Moisés fue dada en el monte Sinaí aproximadamente 1,500 años antes de que Cristo naciese en un pesebre en Belén. Usher fijó la fecha por el año de 1491. Jesús fue crucificado aproximadamente en el año 30 de nuestra era. En esta ocasión hubo cambio de ley. De hecho Jesús quitó la Ley de en medio clavándola en la cruz (Colosenses 2:14).

Para nosotros 1,500 años parece un tiempo increíblemente largo. Representa más de veinte cursos de la vida y quizá el levantamiento y caída de muchas naciones. Sin embargo, para Dios sólo representa uno o dos días. Para Dios, mil años es solamente como un día y viceversa. Dios existe en la infinita eternidad, y desde su perspectiva la Ley fue usada sólo por un muy pequeño período. Aun desde el punto de vista de la historia de la humanidad en su totalidad, la Ley representa sólo una fracción del trato de Dios con el hombre.

Cuando examinamos la Ley es importante recordar que ella no refleja la naturaleza de Dios o la realidad en general. El propósito de la Ley no fue reflejar la naturaleza de Dios o la realidad sino fungir como ayo para traernos a Cristo y a la realidad del extraño fenómeno llamado fe.

Cuando retrocedemos e intentamos ver la Ley desde la ventajosa posición de Dios, hay partes de ella que parecen absurdas y casi cómicas. No obstante, estas aparentes anomalías e inconsistencias desaparecen cuando consideramos la Ley en relación al proposito por el cual fue ideada por Dios. El es el Principal Diseñador quien todo lo hace bien, y la Ley fue planeada perfectamente para responder a su propósito.

Cuando Salomón dedicó el templo reconoció la realidad: he aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado? (I Reyes 8:27).

El tamaño del universo es más de lo que puede comprender nuestra mente. Hablamos de estrellas que se encuentran a billones o trillones de años luz de distancia, sólo para descubrir que lo que alguna vez habíamos considerado que eran estrellas, en realidad son galaxias. Nuestros más potentes telescopios no pueden alcanzar los remotos puntos del espacio, y nos dejan con la curiosidad de cuántos billones de llameantes soles están todavía por descubrirse.

Sin embargo, a pesar de todos los intentos y propósitos, la Ley guió a los hebreos a pensar en Dios en torno a una pequeña tienda que ellos llevaron por el desierto (vea Exodo 25:8; 29:45-46; etc.).

Nosotros sabemos que Dios es omnipresente pero, por la Ley, los hebreos sólo podían darle ofrendas en un solo lugar. Cada año, sin importar qué tan lejos viviesen, les era necesario hacer ese largo viaje a Jerusalén para que pudiesen adorar. Ni entonces se les permitió adorar a Dios directamente sino que quedaron sujetos a depender de un hombre que, a veces, era totalmente inescrupuloso y corrupto. Por ejemplo, I Samuel 2:22 indica que los hijos de Elí violaban a las mujeres que venían al tabernáculo a adorar.

En verdad, tal sistema no refleja verdaderamente la naturaleza de Dios. Si usted es capaz de ver este contraste entre la estrecha mira de la Ley y la inmensidad de Jehová Dios, dará una gigantesca zancada hacia la comprensión de la Ley en su sentido correcto.

Una y otra vez mandó la Ley a los hebreos no mostrar misericordia (vea Deuteronomio 7:2, 16; 13:8; 19:13, 21; 25:12, etc.). Esta es la naturaleza real de la Ley, pero no la verdadera naturaleza de Dios.

Las Escrituras abundan en referencias tocante a la misericordia de Dios. Para su conveniencia citaremos el Salmo 136, pero no olvidemos que éste sólo es una muestra representativa de los innumerables pasajes que pudiesen utilizarse.

Alabad a Jehová porque él es bueno,

porque para siempre es su misericordia.

Alabad al Dios de los dioses,

porque para siempre es su misericordia.

Alabad al Señor de los señores,

porque para siempre es su misericordia.

Al único que hace grandes maravillas,

porque para siempre es su misericordia.

Al que hizo los cielos con entendimiento,

porque para siempre es su misericordia.

Al que extendió la tierra sobre las aguas,

porque para siempre es su misericordia.

Al que hizo las grandes lumbreras,

porque para siempre es su misericordia.

El sol para que señorease en el día,

porque para siempre es su misericordia.

La luna y las estrellas para que señoreasen en la noche,

porque para siempre es su misericordia.

Al que hirió a Egipto en sus primogénitos,

porque para siempre es su misericordia.

Al que sacó a Israel de en medio de ellos,

porque para siempre es su misericordia.

Con mano fuerte, y brazo extendido,

porque para siempre es su misericordia.

Al que dividió el Mar Rojo en partes,

porque para siempre es su misericordia;

E hizo pasar a Israel por en medio de él,

porque para siempre es su misericordia;

y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo,

porque para siempre es su misericordia.

Al que pastoreó a su pueblo por el desierto,

porque para siempre es su misericordia.

Al que hirió a grandes reyes,

porque para siempre es su misericordia;

y mató a reyes poderosos,

porque para siempre es su misericordia;

a Sehón rey amorreo,

porque para siempre es su misericordia;

y a Og rey de Basán,

porque para siempre es su misericordia;

y dio la tierra a ellos en heredad,

porque para siempre es su misericordia;

en heredad a Israel su siervo,

porque para siempre es su misericordia.

El es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros,

porque para siempre es su misericordia

y nos rescató de nuestros enemigos,

porque para siempre es su misericordia.

El que da alimento a todo ser viviente,

porque para siempre es su misericordia.

Alabad al Dios de los cielos,

porque para siempre es su misericordia.

Ahora, si Dios es misericordioso y, claro que sí lo es, ¿por qué mandó a los israelitas no mostrar misericordia? La situación es totalmente confusa hasta que vea la razón del porqué dio Dios la Ley. El la dio para que llegásemos a estar disgustados con el total concepto de ésta y que diésemos el salto de fe y encontrásemos la justificación en Jesucristo. Una vez, Dios le dio al pueblo de Israel codornices hasta que les salieron por las narices y las aborrecieron (Números 11:18-23). Lo que estoy insinuando es que él les dio demasiada Ley que también les salió por las narices y llegaron a aborrecerla. ¿Puede verlo usted? Dios es el dador de toda vida, mas la Ley trae muerte, y la letra de la Ley mata (II Corintios 3:6, 17).

Dios es un padre amoroso, mas la Ley es un juez sin misericordia.

Dios es Espíritu y quiere que la gente de todas partes lo adore (Hechos 17:30; Juan 4:21). La Ley no permitió que la gente adorase a Dios en cualquier lugar sino que los obligó a que lo hiciesen en un solo lugar (vea Deuteronomio 12:13-14, etc.).

Dios desea que todo aquel que quiera venga a su presencia, y promete que de ninguna manera los echará fuera; pero la Ley enseñó que sólo el sumo sacerdote podía ir ante su presencia (Levítico 16).

Durante el régimen de la Ley se les enseñó a los hebreos que ningún amonita o moabita podía entrar jamás en la congregación de Dios (Deuteronomio 23:3). De ninguna manera enseña esto cómo es Dios. Es más, el propio Jesús llevaba sangre moabita en sus venas ya que Rut, su ancestra, era de Moab.

Dios es Dios de todas las naciones, pero la Ley lo representa como el Dios de una sola nación.

La naturaleza de Dios trae paz y hermandad a todos los hombres, mas la naturaleza de la Ley tuvo que construir una pared y promover la separación (Efesios 2:14).

De veras usted puede ver que la Ley no refleja la naturaleza de Dios.

La Ley enseñó a los hombres a vengarse:

Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe (Exodo 21:24-25).

Pero la realidad es que Dios no quiere que el hombre se vengue, sino que es él quien trata el asunto de la retribución. Porque, mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor (Romanos 12:19).

Dio la Ley solamente para conducirnos a Jesús.

Durante el período de la Ley nadie podía ser sacerdote a no ser que viniese de la tribu de Leví y que fuese descendiente de Aarón (esto imposibilitaba que hasta el propio Jesús fuese sacerdote según la Ley ya que él venía de la tribu de Judá). Pero es más, hasta los hijos de Aarón no podían ser sacerdotes si tenían algún defecto. Algunos defectos específicos se mencionan en Levítico 21:17-22 que incluyen a los ciegos, los cojos, los mutilados, los de pie roto, los de mano rota, los jorobados, los enanos, etc. Usted sabe que esa no es la manera de ser de Dios. Estas reglas nos las dio solamente para traernos a Jesús.

Dios prohibió al sacerdote casarse con mujer inmoral (Levítico 21:7) pero una y otra vez nos da Dios su propia imagen como el esposo del Israel adúltero. Hasta le ordenó a Oseas: Vé, tómate una mujer fornicaria... (Oseas 1:2). Parece que Dios se contradice a sí mismo hasta que usted ve el propósito de la Ley.

Durante el período de la Ley se le ordenó a los hebreos despedir a sus esposas que fuesen extranjeras (Esdras 10:3). Algunos de ellos hasta tenían ya hijos con ellas (versículo 44). Realmente no es esa la forma de ser de Dios. Solamente quería llevarnos al punto de la desesperación para que llegásemos al principio de la fe.

En algunos de nosotros siempre hay la tentación de erguirnos y enorgullecernos, para decir: ¡Dios sí es así! El es un Dios celoso y fuego consumidor. Esto es lo sutil y devastador de la Ley. Usted cree pasar inadvertido. Usted cree ser mejor que los pecadores. Se siente satisfecho con sólo asistir a la iglesia, pagar sus diezmos y hacer toda clase de cosas buenas. Pero entonces descubre que, ya sea por comisión o por omisión, todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Luego descubre que cualquiera que guarde toda la Ley y que ofenda tan sólo en un puntito, se hace culpable de toda ella (Santiago 2:10). Entonces, con optimismo, descubrirá que Dios quiere mostrarnos un camino mejor. Por favor, no cometa el error de venir a parar adorando al esclavo, que sólo tenía que ser nuestro ayo. Es Dios quien sí merece nuestra adoración.

MATAR A PEDRADAS

(LAPIDACION)

La forma más común del castigo capital durante los días de la Ley fue a pedradas. Por lo general se llevó a cabo fuera de la ciudad (Levítico 24:23; Números 15:35, 36; I Reyes 21:13; etc.). Por lo menos se requirieron dos testigos (Deuteronomio 17:6). Estos testigos pondrían entonces sus manos sobre la cabeza de la persona culpable (Levítico 24:14). Entonces se les exigía que arrojasen las primeras piedras (Deuteronomio 17:7). Luego también el resto de la congregación tenía que apedrear al culpable. Varias veces indicó Dios que el apedreamiento debía hacerse por:

Todo el pueblo... Deuteronomio 17:7

oda la congregación... Números 15:35

Todo Israel... Josué 7:25, etc.

Por lo tanto es obvio que Dios no meramente estaba castigando a los malhechores. El estaba enseñando una lección. Ilustrémoslo con lo siguiente: 1) Si la ley de los Estados Unidos requiriese que todos los ciudadanos conecten la silla eléctrica o accionen la cámara de gas, sería recomendable preguntarnos por qué. 2) Si todo ciudadano cubano tuviese que jalar el gatillo al fusilar al sentenciado a la pena capital; o que las leyes de México requiriesen que todos los ciudadanos le apliquen la ley fuga a cierto delincuente, insistiríamos, ¿con qué finalidad se haría todo esto? De igual manera, usted y yo, necesitamos hacernos la misma pregunta en cuanto a la Ley de Dios.

De particular interés para mí es el mandamiento en Exodo 21:28-32 de apedrear hasta matar a un buey que haya acorneado de muerte a alguien. A mi juicio, ésta no es una manera fácil de matar a un buey. Recuerdo a un hacendado que tenía un toro que se le había roto una pierna. Corrió a ver al carnicero para que rescatase la carne antes de infectarse. El enfurecido animal se colocó en un canal y se le hicieron seis disparos en la frente con pistola calibre .22. Una combinación de su grueso cráneo con su violento enfurecimiento lo mantuvieron vivo. Luego el carnicero fue con los vecinos por un arma de calibre más grueso y finalmente despachó al animal sin mayor dificultad. Sin embargo, no se imagina usted que matar a tal animal con piedras podría provocarle a los participantes algunos momentos de verdadera agitación. La muerte del buey apenas era la parte visible del `iceberg'. La muerte por apedreamiento también le estaba enseñando a Israel algo muy importante acerca de la naturaleza de la Ley.

El apedreamiento fue impuesto por una diversidad de ofensas:

Cualquier hombre o animal que tocase el monte Sinaí sería apedreado (Exodo 19:13).

Se ordenaba que se apedrease a alguien que se encontraba juntando leña en el día de reposo (Números 15:32-36).

Un hijo rebelde debía ser apedreado (Deuteronomio 21:18-21).

El apedreamiento también era el castigo contra el adulterio (Deuteronomio 22:24); por ofrecer sus hijos a Moloc (Levítico 20:2); por evocar a los espíritus de los muertos o por entregarse a la adivinación (Levítico 20:27); por maldecir y blasfemar el nombre de Dios (Levítico 24:14-23). Una mujer que llegase al altar matrimonial sin ser hallada virgen sería apedreada a la puerta de la casa de su padre (Deuteronomio 22:20-21); etc.

Ahora, a manera de ilustración, supongamos que un joven se rebela contra sus padres. Ellos lo llevan ante los ancianos de la ciudad y dicen, este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz... (Deuteronomio 21:20). Todos los hombres de la ciudad lo apedrean hasta que muere. Puede imaginarse que aquellos pasando uno por uno para apedrear a la víctima retorciéndose puedan haberse sentido un poquito intranquilos en cuanto a ese procedimiento. Los más honestos quizá hayan comprendido que ésta habría sido su suerte si tan sólo los hubiesen entregado sus padres.

O qué en cuanto a la pobre mujer cuyas señas de virginidad estuviesen ausentes...incluso cuando fuese virgen. Si usted es tan ingenuo para creer que no haya habido errores judiciales durante el período de la Ley, sólo necesito apuntar hacia el Calvario y recordarle que fueron los exponentes de la Ley los que exigieron la muerte de Jesús. Pilato no pudo entender por qué daban voces, diciendo: nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir... (Juan 19:6, 7).

El asunto es éste. Si la Ley hubiese funcionado...nadie hubiese necesitado a Jesús. Si es que los 1,500 años de la Ley hubiesen transformado a Israel en una utopía de felicidad fraternal, no habría habido necesidad del reino de los cielos por venir.

En cambio, la Ley hizo exactamente lo que Dios quería hacer. Nos condujo a Jesús y a un concepto de justificación totalmente diferente.

A Moisés no se le dejó entrar a Canaán por un muy diminuto detalle técnico. La mayoría de nosotros somos culpables de mucho más que tecnicismos. Aun así, el legalismo engendra una clase de hipocresía que nos permite sacar las pajas de los ojos de los demás y luego no percatarnos de la viga en nuestro ojo.

Cuando Dios estableció al hombre en la tierra, le dio toda hierba y todo fruto para que se alimentase. Más tarde, después del diluvio, la dieta del hombre se extendió a todo lo que se mueve y vive... (Génesis 9:3). Sin embargo, la Ley empezó restringiendo la dieta hebrea a una sustancia que cayó del cielo, llamada maná. Esto se hizo durante 40 años. Cuán inferior fue esto de lo que en realidad Dios quería que tuviésemos.

Dios es eterno y espiritual...y la Ley fue temporal y carnal. Es casi como si Dios hubiese ido al extremo del péndulo para darnos exactamente lo opuesto de lo que él es.

El nos creó a su propia imagen. El quiere que seamos como él. Sin embargo, sabía que tal sueño sería sólo un sueño. Sabía que estaríamos tentados a vender nuestras almas por un plato de lentejas. Sabía que cambiaríamos nuestros verdaderos tesoros por algunas chucherías de oropel que se oxidarían y se opacarían con el transcurrir del tiempo. Por lo tanto, nos dio la Ley. Nos encadenó como esclavos a un sistema físico que garantizaba hacernos miserables. Pero recuerde, él tenía un propósito divino al hacerlo así.

Jesús redujo la complejidad de la vida a sólo dos alternativas: Dios o Mammón -riqueza, avaricia. El dijo que no se puede servir a Dios y a Mammón. Usted tiene que escoger.

La palabra Mammón sólo se encuentra cuatro veces en las Escrituras. W. E. Vine afirma que ésta viene de la palabra hebrea que significa estar firme, inmutable, por lo tanto, se tiene que confiar en ello.

En otras palabras, ¿en qué confía usted? Algunos confían en Dios para salvación, otros confían en alguien más o en alguna cosa.

La Ley nos ayuda a darnos cuenta de que no tenemos otra alternativa excepto Dios. Ella no representa la naturaleza de Dios y nunca tuvo ese propósito. Fue un ayo para conducirnos a Cristo para que pudiésemos ser justificados por la fe.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿Puede discernir usted la naturaleza de alguien por su sombra (Hebreos 10:1)?

2. Las Escrituras enseñan que Dios no cambia, ¿en realidad puede decirse esto de alguien más?

3. ¿Requería de misericordia la Ley?

4. ¿Es misericordioso Dios?

5. ¿Se afectaría nuestra fe si Jesús hubiese venido de la tribu de Leví?

6. ¿Cuál cree usted que sería la más piadosa forma de ejecución?

7. ¿Por qué fue necesario que hubiese cambio de ley (Hebreos 7:12?

8. ¿Fueron Caifás y Anás representativos de gente que produjo la Ley?

9. Discuta el contraste entre Jesús, que deseaba salvar a los ladrones a su lado, y los judíos que querían quebrarles las piernas (Juan 19:31).

10. ¿Eran inmisericordes cada uno de los estudiosos de la Ley?10. Si Dios no esperaba que el hombre viviese bajo la Ley, entonces, ¿para qué la dio?