¿COMO DEBE ORGANIZARSE LA IGLESIA?

¡Tradiciones! ¡Nosotras que estamos a punto de morir os saludamos!

En lecciones anteriores hemos intentado mostrar la falla legalista tanto de la definición de la iglesia como de la descripción de sus responsabilidades. En ésta, abordaremos su organización tomando en cuenta la misma perspectiva. Nuestro uso del término "iglesia" será lo más general posible. Si sólo haya dos o tres de ustedes reunidos en el nombre del Señor serán considerados como iglesia. No preguntaremos si tienen ancianos, diáconos o si están registrados ante las autoridades federales. Por otro lado, tal vez sea usted miembro de alguna denominación mucho más grande que una iglesia urbana. Nuevamente, no juzgaremos su posición ante Dios. Más bien, haremos un llamado al amor y al sentido común para sobreponernos a las tradiciones, sin importar las circunstancias en las que nos encontremos.

La vestimenta nueva del emperador.

Hans Christian Anderson ha aportado al mundo muchos cuentos y fábulas populares con implicaciones muy profundas. Una de esas historias trata de un rey excéntrico que estaba obsesionado por la ropa. Su deseo desmedido por lo novedoso lo hizo presa fácil de dos estafadores. Ellos se las daban de tejedores y hacían alarde de habilidad en confeccionar prendas milagrosas. El milagro de la prenda consistía en que se haría ivisible ante todos los que fuesen ineptos e inútiles. De ese modo, al vestirse el emperador con tal indumentaria, inmediatamente determinaría quienes eran aptos para estar en su reino.

El tonto gobernante dio una fuerte suma de dinero a esos estafadores y estos empezaron su fingido proyecto en un telar vacío. A menudo les enviaba el emperador uno de sus oficiales para verificar el progreso de la obra. Todos quedaban completamente sorprendidos al no ver nada, pero temían comunicar la verdad. Si alguien admitía que no había visto nada temía que los demás lo catalogasen de incompetente. Los astutos malhechores describían así con gran detalle, a cada amedrentado "observador", el progreso del traje imaginario para que cada uno lo reportase igual al emperador.

Finalmente, vino personalmente el vurlado emperador para ver su costosa y elegante vestimenta. También él era demasiado orgulloso como para decir la verdad. Y así en un día especial se despojó de sus verdaderas ropas y se puso el atuendo imaginario para desfilar por su pueblo.

Todos lo vieron desnudo pero no se atrevieron a decirlo. Cada quien suponía que una declaración así sería admitir su propia ineptitud. Por fin gritó un niñito: "¡pero si no lleva puesto nada!" Las implicaciones iniciales de esta valiente afirmación hicieron que la gente mostrase simpatía y compasión por la pobre e inocente criatura, carente de entendimiento. Sin embargo, entre más lo meditaban más razonable parecía. Tanto el emperador como los demás se dieron cuenta muy pronto que él estaba desnudo.

Lo más triste de esta historia es que, aún reconociéndolo, el emperador se negó a ocultarse de vergüenza. Más bien se irguió orgulloso y continuó la marcha.

La aplicación de esta parábola al cristianismo es dolorosamente obvia. Muchos hemos visto la desnudez de la iglesia institucional y no nos hemos atrevido a admitirlo, mucho menos a afirmarlo (Apocalipsis 3:13-19). Damos por sentado que tal admisión nos tacharía de irreligiosos e ineptos. De la misma forma, hemos bajado la vista y hemos amarrado nuestras lenguas, mientras la iglesia desfila desnuda.

La manera de funcionar de las múltiples tradiciones es, frecuentemente, tan loca y anbsurda que me lleva a creer que la mera existencia de la iglesia en nuestros días es un fuerte testimonio de su origen divino. Me es difícil ver cómo otra cosa hubiese sobrevivido a los atroces e irracionales procesos que han llegado a convertirse en sagrados y partes importantes de nuestras más santas tradiciones.

El rancho escritural.


Lo que estoy diciendo, tal vez pueda ilustrarlo mejor con una breve referencia a la sátira, El rancho escritural, que no se publicó.

Es la historia de un hombre llamado Frederick Randolf Perch que heredó 65 hectáreas de terreno fértil. Estando recién convertido al cristianismo decidió operar un rancho manejándolo "escrituralmente".

Con la ayuda de un miembro del consejo de su congregación, escogió a siete miembros para que administrasen su rancho. Ninguno era campesino ni tenía idea de cómo se administra un rancho. Algunos estaban tan desinteresados que se les tuvo que animar a servir. Sin embargo, todos habían crecido o en un rancho o cerca de él, por lo que, se sentían capaces de poder conducir este experimento.

Lo primero que hicieron fue contratar a un campesino. Encontraron a un recién egresado de una escuela de agronomía que tampoco estaba seguro cómo funcionaba una granja. Pero tenía muchas ideas y deseos de trabajar. Así que, después de probar que sabía arar, se le asignó un salario anual y se mudó con su familia a una vieja casa del rancho.

El joven había sido instruido a hacer reportes regulares del trabajo hecho y de los planes de acción. No debía hacer nada sin la aprobación del consejo. Rápidamente surgieron algunos problemas. Siete jefes y un indio siempre suscita problemas. Toda sugerencia era rechazada o se colocaba en un tablero y otra hoja venía a ocupar su lugar constantemente. Esto era apenas el principio de los lamentos.

¡Siguieron los comités! Hubo un comité de desmonte y siembra, del tractor, de la cosecha, etc., etc., etc. Todos los reportes y recomendaciones de los comités se canalizaban a través del consejo, como en las iglesias de Estados Unidos. Todo lo que el consejo no hubiese oído previamente o que costase algo, era rechazado, como en muchas congregaciones. Así que no hubo buena semilla, herbicidas, fertilizantes y, naturalmente, no hubo cosecha.

Para cuando se tomaban las decisiones ya era demasiado tarde para sembrar y cultivar, y las cosechas no se recogían sino hasta en febrero.

El mal genio salió a relucir a raíz de las maratónicas juntas y las sesiones especiales. Y cuando se dieron cuenta que operaban en números rojos, decidieron buscar a otro ranchero.

Prudentes como serpientes.

Es sorprendente que la Biblia no nos especifica cómo llevar a cabo el trabajo de Cristo. Al parecer, se nos da toda la libertad de ser creativos.

En una ocasión Jesús envió a sus discípulos sin oro, plata o cobre en sus cintos o bolsillos. No debían llevar alforjas para guardar sus provisiones, túnicas u otro par de zapatos y debían sobrevivir como ovejas en medio de lobos (Mateo 10:5-16). Las ovejas en medio de muchos lobos deben mantenerse junto al pastor. Necesitan oir su voz y confiar en su protección divina. Sin embargo, en cierto sentido, la oveja también es responsable de su vida. Jesús dijo: "Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas" (Mateo 10:16). No se les instruyó "cómo" evangelizar y sobrevivir en un territorio hostil, pero se implica que sí debían tener sentido común y ser astutos (Mateo 10:16-23).

La serpiente sobrevive furtivamente. Al no ser veloz y ágil tiene que ser muy astuta. La Escritura se refiere al diablo como serpiente, y por lo regular pensamos muy negativamente en cuanto a ellas, pero hay algo en ellas que los cristianos debemos imitar. Debemos ser prudentes y astutos como ellas, pero evitando su falsedad, manteniéndonos sencillos como palomas.

La estrategia del balón de fútbol.

Selecciones del Reader's Digest de noviembre de 1977 tiene un artículo que trata sobre los soldados muertos en Europa. Una cita quedó grabada en mi mente.

...El primer día de la batalla de Somme, el día 1º de julio de 1916, murieron alrededor de 60,000 británicos. Caminaban en filas por terreno neutral, guiados por un oficial que pateaba una pelota. Murieron y están enterrados igualmente en `impecables' filas.

Aquellos que son historiadores expertos recordarán que la ofensiva alemana más importante fue dirigida en el fuerte francés de Verdún. La batalla comenzó el 21 de febrero de 1916 y continuó por meses. Los alemanes sólo ganaron 6.5 kilómetros pero a un costo muy alto. Los muertos fueron más de un millón.

La batalla de Somme fue planeada como táctica para desviar la presión de Verdún. El ataque fue dirigido por un oficial que pateaba una pelota. 60,000 hombres murieron en tan sólo un día.

Perdóneme si mis comentarios revelan ignorancia respecto a estrategia militar y sobre historia. No sé por qué ese oficial británico pateaba una pelota en un campo que estaba siendo acribillado por ametralladoras; sólo supongo que así era como se rendían honores a la Armada Británica. Supongo también que de la misma absurda manera perdieron la guerra de Independencia. ¿Recuerda la batalla de Banker Hill? Filas enormes de casacas rojas avanzaban sobre un puñado de insurgentes que no debían disparar hasta que viesen lo blanco de los ojos británicos. Parece que la estrategia era abatir a los contrarios por pura fuerza numérica. Con rifles recargables, apenas si dispararían unas cuantas veces antes del combate cuerpo a cuerpo.

Aun así, habría sido mejor que los británicos hubiesen usado uniformes opacos y que se habrían confundido con el terreno en vez del tradicional "rojo" que parecía el ojo de un buey en el centro del objetivo. Si yo tuviese que caminar en "tierra de nadie" con alguien disparándome, preferiría una obertura de Guillermo Tell, en vez del lento y monótono redoblar de los tambores. Sin embargo, las tradiciones dominan la mente del hombre y de alguna forma preferimos morir pateando una pelota de fútbol hacia la ametralladora que romper con las tradiciones y el pasado.

Sentido común.

El hombre de negocios estadunidense existe y sobrevive en una sociedad compleja y de libre competencia. Lucha toda la semana por una operación más barata, fácil, limpia y eficiente. Si contrata a otros, procurará utilizarlos al máximo. Sus ojos están atentos sobre "lo esencial" y sabe que la ruina está sólo en unas cuantas decisiones equivocadas.

Sin embargo, el mismo ejecutivo acude a las juntas de consejo con una mentalidad totalmente diferente. Hombres que gastan millones de pesos antes de las 4:30 de la tarde ahora se reunirán para debatir hasta las 11:15 de la noche sobre un gasto de cincuenta mil pesos del "dinero del Señor". Dirán algunos, "ésta es la manera como lo hemos hecho siempre" y sugerir hacerlo de otro modo es exponerse a ser considerados incompetentes o irreligiosos. Todo sería muy cómico si no fuese tan trágico. El mundo se va al infierno bajo la sombra de los edificios de la iglesia mientras nuestras mentes están atrapadas en una junta de consejo discutiendo algo tan trivial, que el propio conserje podría resolver con sólo pedírselo.

Hace poco hablé con una iglesia muy activa en misiones. Su misionero vivía con una mísera cantidad, pero le confiaban mensualmente más de tres millones de pesos para el trabajo de evangelismo y similares. El dinero del "eslabón de servicio" se usaría como a él le pareciese. El era sabio, competente, honesto y no defraudó la confianza depositada en él. Sin embargo, si ese misionero hubiese regresado a trabajar a los Estados Unidos, rápidamente habría perdido su "eslabón de servicio" y hubiese trabajado en un sistema ridículo de consejos y comités que le habrían asfixiado su creatividad y anulado su eficacia.

La situación se torna tan seria que muchos han "dejado la iglesia" por diversas razones y propósitos y han creado una diversidad de instituciones para hacer el trabajo que no se podía hacer en el tradicionalismo de sus denominaciones.

El modelo bíblico.

Por muchos años trabajé ilusionado de que en la Biblia había un modelo divino que proveía un anteproyecto para la estructura de la iglesia. Un cuidadoso estudio de las Escrituras me ha convencido de que no es así. Existen cinco palabras griegas que se han traducido como "modelo" o que implican eso. Ninguna de ellas se usa en la Biblia para referirse a la estructura gubernamental de la congregación.

Es cierto que la iglesia primitiva continuó estable en la enseñanza de los apóstoles, la comunión unos con otros, el partimiento del pan y en las oraciones, pero los detalles de estos actos no se mencionan.

El hecho de que la iglesia de Jerusalén apartó a siete hombres para servir a las mesas no significa que hayan constituido un "consejo oficial" o de que alguna vez éstos hayan emitido su "voto" para decidir algo. Ya que vivimos en un ambiente predominante de corporaciones, se nos facilita leer en la Biblia nuestra forma de hacer las cosas.

Tal vez una ilustración personal provea discernimiento. Ha sido un privilegio para mí servir como "diácono" en una congregación. A nuestra congregación sólo concurrían de 250 a 300 personas. Durante el año alguien acudía a nosotros en busca de ayuda financiera o material. Si la necesidad era urgente, se convocaba a junta; de otra forma, el problema se discutiría en nuestra reunión mensual. De cualquier manera, el caso se plantearía y cada miembro del consejo emitiría su voto aprobando o desaprobando si la persona "merecía" o no el dinero del Señor. En la actualidad tal congregación tiene diecisiete diáconos.

En contraste, la iglesia de Jerusalén tenía miles de miembros. Algunos han estimado que para cuando se nombraron a los siete que atenderían a las mesas, ésta ya rebasaba los 20,000 miembros. Sólo la cantidad de gente necesitada habría imposibilitado nuestro sistema. Nuestra pequeña congregación nunca se encargó de más de doce casos de benevolencia al año, pero los de Jerusalén debieron haber tratado miles diariamente. No pudieron darse el lujo de conducir juntas maratónicas por un pequeño gasto de veinte mil pesos. Tan riesgoso como parezca, pero debió habérseles confiado enormes sumas de dinero a estos siete servidores. La magnitud de su responsabilidad hacía forzoso que tuviesen gran libertad de acción. Tal vez emplearon docenas de personas para que les ayudasen en el trabajo. Siete médicos o plomeros podrían operar indefinidamente desde la misma oficina y nunca emitir sus votos; así pudieron haber actuado estos siete servidores.

Permítame darle otro ejemplo. Una iglesia decidió que, para que la gente cooperase en el trabajo del Señor, juntaría en un solo grupo a ancianos, diáconos y todos aquellos que quisiesen participar en un comité directivo. Por tres años el referido comité directivo discutió los pros y contras de que la iglesia comprase su propia podadora. Finalmente se decidió comprarla, pero como se trataba de un desembolso de más de un millón y medio de pesos, se debía convocar a toda la iglesia para someterlo a votación. Se hicieron todos los arreglos y el voto aprobatorio llegó. En la siguiente junta el comité directivo dio marcha atrás a estos planes. Se decidió seguir empleando a alguien que hiciese el trabajo en vez de adquirir esa podadora. Recuerdo que este comité lo integraban los ancianos, los diáconos y los miembros interesados. Las mentes más inteligentes de la iglesia estaban atrapadas en interminables horas de trivialidades. Si a cada miembro del comité se le hubiese pagado el salario mínimo, por su tiempo en tales reuniones, hubiesen podido comprar dos podadoras y todavía les hubiese sobrado dinero. La ironía de esta situación radica en que eran ejecutivos bien pagados los que acudían a estas juntas. Eran hombres tan honestos y capaces que sus patrones les confiaban billones de pesos. En cambio, la iglesia no confiaba en nadie. Añadimos más normas, agrandamos nuestros comités, multiplicamos nuestras guardias hasta que los soldados de la cruz de nuestra generación parecen cazadores atrapando conejos dentro de un tanque. Hemos pensado, soñado, planeado poco y hemos pezcado cerca de la playa.

¿Cómo debe organizarse la iglesia? ¿Nos lo detallan las Escrituras? Debemos recordar que la iglesia es el cuerpo cuya cabeza es Cristo. Debemos permanecer sensibles a su palabra y a su voluntad, pero cierto es que hay lugar para el sentido común en cuanto a cosas no expresas en la Biblia. No estamos obligados a empantanarnos en los siglos de tradiciones denominacionales. Ha llegado el tiempo de abrir las ventanas y permitir que entre la luz divina y el aire fresco.

Si bien, la marca distintiva de la iglesia novotestamentaria no fue tener estudios bíblicos semanales o ancianos y diáconos bien preparados; pero ¿por qué mandó llamar Pablo a los ancianos de la iglesia de Efeso y no a toda la iglesia (Hechos 20:13-32)? ¿Es el plan de Dios o somos nosotros los humanos los que hemos fallado? El hecho de que fallemos los humanos, ¿tildaremos de inadecuado o de obsoleto el plan instituido por el Señor (Efesios 4:11-16; I Timoteo 3:1-15)? Es cierto que la sinagoga judía sí tenía ancianos, y algunos dicen que hasta diáconos, pero le faltaba algo. La marca distintiva del cristiano es el amor. Según se aprecia de la evidencia que tenemos, es el amor el único "modelo" divino que pudo imponerse sin violencia en cada reunión de cristianos del primer siglo.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Preguntas para reflexionar-Lección siete.

1. ¿Cuál es la diferencia entre una organización y un organismo?

2. ¿Es incorrecto criticar a la iglesia siendo ella la esposa de Cristo?

3. ¿Existe en la Biblia alguna evidencia donde los ancianos y/o diáconos se reuniesen para someter algo a votación?

4. ¿Es eficiente o no un comité?

5. ¿Le gustaría que su negocio u hogar se manejase tal cual se hace con la iglesia?

6. ¿Por qué es tan difícil hacer cambios en la iglesia actual?

7. ¿Cómo podemos impedir una campaña de sentido común al hacernos irrespetuosos de la autoridad de Dios?

8. ¿Debe, forzosamente, tener ancianos y diáconos una iglesia para que sea considerada como tal?

9. Mientras Pablo estaba vivo visitó muchas congregaciones y dirigió la vida de muchos servidores cristianos como Timoteo, Tito, Aquila y Priscila. ¿Hizo esto alguien más después de su muerte?

10. ¿Cómo determina su congregación quién es fiel a Jesús?

Lección ocho